Monthly Archives: December 2018
Sublime gracia
«Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no ha sido en vano». 1 Corintios 15: 10, RVC
SUBLIME GRACIA ES EL TÍTULO de una de las piezas más maravillosas del tesoro musical cristiano. Este himno constituye una miniautobiografía espiritual de John Newton (1725-1807), su autor, a quien Dios transformó de traficante de esclavos a ministro del evangelio. El himno resalta la misericordia de Dios hacia Newton y hacia todos nosotros: «De muerte me salvó. Perdido fui, me rescató, fui ciego, me hizo ver».
Nací y me crié en los barrios más peligrosos de Santo Domingo: Güachupita describe los albores de mi vida, Los Gandules mi infancia, Güaley me vio hacerme un adolescente y el Barrio 27 de Febrero un adulto. Estos sectores tienen mucho en común: las bebidas alcohólicas, el sexo ilícito y a destiempo, la falta de educación y el consumo de narcóticos.
A los dieciséis años abandoné la escuela, mientras cursaba el séptimo grado. Sin objetivos claros en la vida y sin la esperanza de mejorar, el Señor Jesús, al igual que a Newton, decidió alcanzarme con su sublime gracia. Al inicio traté de resistirme, sin embargo, le di a Dios la oportunidad de que manifestara su amor en mi vida. Un texto del Evangelio de Marcos caló profundamente en mí: «Les aseguro que cualquiera que por mi causa y por aceptar el evangelio haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o terrenos, recibirá ahora en la vida presente cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones; y en la vida venidera recibirá la vida eterna» (Marcos 10: 29-30). Desde que me entregué al Señor no sé cuánto he recibido de las cien veces más; pero lo cierto es que concluí mis estudios primarios, secundarios y universitarios y hoy soy pastor de la Iglesia Adventista.
Puede ser que en este momento no tengas objetivos claros en tu vida, que no abrigues la esperanza de que tu situación mejore, que supongas que tu entorno no es halagüeño. Sin embargo, no hay un lugar tan alto, tan lejano o tan profundo en el que el incomparable amor de Dios no te pueda alcanzar.
Dale la oportunidad al Señor de que su Sublime gracia te salve, te rescate y te haga ver el maravilloso futuro que él tiene para ti.
Andrés Jiménez, República Dominicana
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
Mi trece de enero
«El Señor en persona. Él los libertó por su amor y su misericordia, los levantó, los tomó en brazos. Así lo ha hecho siempre». Isaías 63: 9
Todo sucedió tan rápido. El 13 de enero de 2010, en el Morgan Stanley Children Hospital de la ciudad de Nueva York, vi morir a mi única hija: Linda Odette. Había nacido con tan solo veintisiete semanas de gestación y esto hizo que su cuadro clínico fuera cada vez más complicado.
Aquel día yo no tenía ganas de ir al hospital, pero sentí que yo era lo único que mi bebé tenía, así que me puse mi traje de «supermamá» y caminé lentamente al hospital. Al llegar, la enfermera me dijo: «No pasó una buena noche, hemos tenido que darle varias dosis de morfina y no ha descansado». Solo atiné a pensar: «Será hoy», pero en ese momento recordé que Dios no nos ha dado un «espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7, RV95) y me armé de valor.
La enfermera confirmó mis temores al decirme: «Creo que será hoy». Acto seguido empezaron a sonar todas las máquinas: oxígeno, corazón, presión arterial y demás. Los médicos corrieron, cerraron las cortinas y empezaron a trabajar. La experta enfermera me dijo: «Dile que la desconecten y abrázala, porque los niños amados deben irse en los brazos de su madre». En ese momento cerré los ojos y le pedí a Dios valor y confianza en él. Abrí la cortina y dije al Dr. Lay: «Desconéctela, quiero tenerla en mis brazos». El doctor me miró y con lágrimas dijo: «Hagan lo que dice su mami». Ese fue el día más triste de mi vida, pero a pesar de la tristeza y el dolor agradezco a Dios por haberme dado las fuerzas para haberlo soportado.
Hoy tienes un nuevo día delante de ti. No sabes cuándo será tu «trece de enero», por eso te animo a vivir con plenitud, con propósito, con la certeza de que Dios tiene un plan para ti. Recuerda que este mundo no es nuestro hogar y que algún día tendremos que partir de él. Pero al igual que mi bebé, tú y yo somos «niños amados» y por lo tanto, cuando tengamos que abandonar esta tierra de pecado y de sufrimiento, siempre contaremos con los brazos de amor de nuestro Padre celestial. Más que morir en ellos, hoy quiero animarte a vivir en ellos.
Estamos llegando al final de otro año y no hay un mejor lugar para colocar tus sueños, metas y esperanzas que los brazos del Padre. Ellos siempre están abiertos para ti.
Ebelyn de la Cruz, Estados Unidos
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
Vivir para Cristo
«Porque en Dios vivimos, nos movemos y existimos». Hechos 17: 28.
En junio de 2001 me trasladaron a un nuevo distrito pastoral. Como joven e inexperto pastor, yo tenía que ir y presentar mis «credenciales» ante dos de los ancianos más influyentes: el hermano X y el hermano Z.
Tratando de lidiar con el sofocante calor de la República Dominicana, una tarde decidí visitar a los hermanos X y a Z vistiendo una camisa de mangas cortas y sin corbata. Mientras visitaba al hermano X este me dijo: «Pastor, su camisa denota que usted es un hombre sencillo, que se identifica con los miembros en su vestimenta. Me gusta verlo así, jovial, ligero, y no con esa formalidad impenetrable que caracteriza a muchos pastores».
Lleno de ánimo salí hacia la casa del hermano Z. La verdad es que me parece que no fui bien recibido por él. Siempre he pensado que el «servicio informativo» del hermano Z le hizo saber que yo había visitado primero al hermano X, y eso le restó puntos a mi visita. Minutos después de haberme presentado como su nuevo pastor, el hermano Z arremetió contra mí: «Ese es el problema de los pastores de ahora, no son formales. Usted no debe visitar a los hermanos en camisa de mangas cortas. Usted tiene que andar con traje y corbata siempre, marcando la diferencia entre el dirigente y los dirigidos». ¡Quedé perplejo!
¿Cuál de los dos tenía razón? ¿A quién debía complacer? ¿Al hermano X o al hermano Z? ¿De verdad era competencia de ellos determinar de qué largo debían ser las mangas de mi camisa? El Evangelio de Lucas dice que la gente criticaba a Juan el Bautista porque ayunaba demasiado, y al mismo tiempo reprochaba a Cristo porque comía (ver Lucas 7: 33-34). Es decir, ya sea de un lado o de otro, siempre tendremos que lidiar con personas que criticarán todo lo que hagamos. ¿Qué hemos de hacer en esas situaciones? ¿Afanamos para que los demás cambien su opinión respecto a nosotros? ¡Imagínate que ni siquiera Jesús pudo lograrlo!
Más bien nos conviene entender que «ninguno de nosotros vive para sí […]. Si vivimos, para el Señor vivimos» (Romanos 14: 7-8).
Si vivo para el Señor, entonces mi mayor preocupación nunca debe ser qué opinan X o Z de mi camisa, sino qué opina Cristo.
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Vladimir Polanco, director de la revista Prioridades
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
La ley del amor
«Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos». Juan 14: 15
Todo parecía indicar que llegaría tarde al trabajo. Así que decidí tomar la autopista, rogando que no hubiera accidentes ni congestión, pues así lograría llegar a la oficina en diez o quince minutos. Pisé el acelerador a fondo y comencé a rebasar vehículos que, aparentemente, no tenían tanta prisa como yo, entre ellos un Corvette cuyo conductor no compartía mi amor por la velocidad.
Como yo no quería conducir de forma imprudente, miré al velocímetro. Para mi asombro, la aguja descansaba tranquilamente sobre el cero. Por supuesto, algo le pasaba a mi indicador de velocidad. Mientras daba golpecitos al panel, con la esperanza de que comenzara a funcionar, me di cuenta de que solo tenía dos opciones: seguir acelerando, ya que el indicador me decía que ni siquiera me estaba moviendo, o podía disminuir la velocidad, porque sabía que estaba violando las leyes de tránsito.
¿Por qué nos sucede a veces que las mismas leyes establecidas para nuestro bienestar parecen inconvenientes y restrictivas? Incluso la ley de Dios parece ser una lista de obligaciones y prohibiciones que nos limita. Cuando pensamos en la ley de Dios, en especial en los Diez Mandamientos, la mayoría de nosotros puede imaginar la montaña cubierta de grandes nubes, relámpagos que atraviesan el cielo y truenos. Pensamos en esas grandes tablas de piedra como si se tratara de una lista de prohibiciones. Sin embargo, la ley de Dios es muchísimo más que eso, pues está basada en el gran amor de Dios hacia nosotros.
Si miramos los mandamientos desde esta perspectiva de amor, también podremos ver que los mandamientos nos brindan libertad para establecer una genuina relación con Dios al ponerlo sobre todo lo demás, y libertad para adorarlo y mostrarle el respeto que él merece. También nos ofrecen libertad del egoísmo, la avaricia, la envidia y la mentira.
¿Es posible entonces vivir en armonía con la ley divina? Podemos intentarlo, pero al igual que mi indicador de velocidad, tratar de obedecer los preceptos de Dios por nuestra cuenta no nos llevará a ningún lado. Solo cuando vamos a Cristo y lo aceptamos, podemos vivir verdaderamente de acuerdo con su voluntad; amar a Dios con todo nuestro corazón, nuestra alma, nuestras fuerzas y nuestra mente, y amar también a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Sabine Honoré, editora de IADPA
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
De película
«Me diste vida, me brindaste amor, y con tus cuidados me has mantenido con vida». Job 10: 12
Mientras finalizaba el primer semestre de mi tercer año en la universidad pasé por unos días muy estresantes. Como es normal en periodos finales, había muchos trabajos que entregar y exámenes para los cuales prepararme. Durante esa semana dormía no más de tres o cuatro horas. Por fin llegó el último día de clases y nuestros padres fueron a buscarnos. Al igual que nosotros, habían tenido una semana difícil en su trabajo y no habían descansado lo suficiente.
Salimos de la universidad rumbo a casa pero en el camino le dio sueño a mi padre, así que me cedió el volante. Jamás me había dormido al volante, así que no esperaba que en esta ocasión fuera diferente, pues me encantaba conducir. En el vehículo iba mi familia y mi mejor amigo, todos cansados y dormidos. A solo veintidós kilómetros de casa sentí cómo el vehículo empezó a golpear unos arbustos y me desperté justo a tiempo para pisar a fondo el freno, pero ya era demasiado tarde. El vehículo empezó a dar vueltas, el espacio entre mi cabeza y el techo se reducía con cada vuelta. En medio de aquella confusión solo esperaba el momento en que perdería la vida. Después de unos segundos el vehículo se detuvo, y en medio de la oscuridad evaluamos nuestra situación. Al salir nos dimos cuenta de que lo ocurrido simplemente era un milagro de Dios. El vehículo había quedado destruido, pero los que íbamos en él estábamos sanos y salvos. Al contar la experiencia, unos días después, una señora me dijo: «Ustedes andaban con Dios».
Es fácil acordarse de Dios en medio de una situación como la que acabo de relatar, cuando sientes que los ángeles te libran de algún problema o incluso de la muerte; sin embargo, creo que cuando invitamos a Dios a nuestras vidas él nos acompaña en todo momento, nos brinda su protección y nos otorga su paz. Alexander Maclaren dijo una vez: «La paz no viene por la ausencia de problemas sino por la presencia de Dios».
¿Quieres tener paz verdadera? Incluye a Dios en tu agenda cada día. Decídete hoy a andar con Dios y podrás disfrutar de su presencia en todo lo que hagas y en cada lugar al que vayas.
No hay nada mejor que andar con el Señor, iPruébalo hoy!
Misael Vizcaíno, República Dominicana
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
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Misión imposible
«Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncian las buenas noticias». Mateo 11:5, RVC
Durante el año 2006 cursaba yo el internado de pregrado en el Hospital General de Ensenada, México. Una noche, una ambulancia trajo a una paciente grave a la sala de emergencias. La mujer estaba pálida, en choque, con un sangrado activo e intenso. Inmediatamente pedí que se buscaran las vías venosas para transfundirle líquidos. Pedí asimismo que dieran aviso al banco de sangre y que pasaran a la paciente al quirófano.
Corrí a buscar al ginecólogo de guardia y comenzamos la cirugía. Mientras operábamos nos leían el historial: había ingresado a un hospital privado a primeras horas de la mañana, un ultrasonido había confirmado hacía diez horas que su bebé había muerto dentro del útero. Ese era su cuarto embarazo y los tres anteriores también habían terminado en abortos.
Al escuchar el historial me entristecí mucho, esa mujer había intentado ya cuatro veces ser madre y no lo había logrado. Imaginé su gran anhelo por traer una nueva vida al mundo y pensé también en el sufrimiento que había experimentado en tres ocasiones consecutivas al perder las criaturas anteriores. ¡Y ahora estaba abortando de nuevo!
Extrajimos al bebé, flácido, de coloración marmórea, evidentemente muerto. Pero no tuve mucho tiempo de compadecerme de la criatura, pues el sangrado continuaba. Acto seguido el ginecólogo exclamo: «¡Es una placenta percreta!». Debíamos extraer también el útero. Pensé de nuevo en esa mujer; definitivamente ya no podría ser madre y ahí, en medio de la operación, elevé una oración a Dios en mi corazón: «Señor, tú lo puedes todo, ¿podrías hacer que ese niño resucite?».
Ni bien había terminado de orar cuando un enfermero exclamó: «¡El niño está respirando!». Lo auscultó y dijo: «¡Su corazón está latiendo!». Momentos después habíamos terminado la intervención, y el bebé estaba sonrosado en la unidad de cuidados intensivos neonatales mientras todos en el quirófano afirmaban que había sido un milagro, yo sonreía y lloraba al mismo tiempo por la grandeza del Dios a quien servimos.
El mismo Dios que tiene el poder de devolver la vista a los ciegos, el oído a los sordos y la vida a los muertos puede obrar el milagro que tanto esperas en tu vida hoy. Contemplar las experiencias pasadas fortalece nuestra fe en el presente.
¿Estás pidiendo algo «imposible»? Para Dios no existe tal cosa.
Anónimo,México
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Minuto a minuto