«Tengan valor y firmeza; no tengan miedo ni se asusten […], porque el Señor su Dios está con ustedes y no los dejará ni los abandonará». Deuteronomio 31:6
Me casé con el amor de mi vida a los veinte años y poco después me despidieron del trabajo. Decidimos que era el momento de probar un camino diferente en mi carrera y empecé a leer el periódico, esperando encontrar un trabajo apropiado que nos permitiera servir al Señor y al mismo tiempo suplir nuestras necesidades.
Encontré una vacante en una empresa y envié la solicitud, pero cuando me llamaron para la entrevista, me dijeron que la compañía trabajaba los sábados. Contesté que era adventista del séptimo día y que, por tanto, no podría aceptar el trabajo, y les agradecí que me hubieran dedicado su tiempo. Su respuesta fue: «Señor Collins, no trabajamos los sábados; solo queríamos saber qué respondería».
Después de haber trabajado en esa empresa durante dos años, un lunes por la mañana me llamaron para una reunión de personal a la cual debían asistir todos los miembros de la plantilla. El responsable comenzó a hablamos de la inestabilidad económica de la empresa y de la decisión que se había tomado: de manera inmediata, la compañía comenzaría a desarrollar su actividad también los sábados y todos los empleados tendrían que acudir a trabajar.
Mientras que otros hicieron preguntas y pidieron explicaciones yo permanecí en silencio y oré. Cuando el responsable salió de la reunión, lo intercepté y le pregunté si podíamos hablar en privado. Me invitó a pasar a su despacho y le dije: «En la reunión ha informado de que todos los empleados deberán trabajar en sábado» y, su respuesta fue: «Todos menos tú». Su respuesta me dejó atónito y de inmediato recordé las palabras de Deuteronomio 31: 6: «Porque el Señor su Dios está con ustedes y no los dejará ni los abandonará».
Durante el tiempo que estuve en aquella empresa, nunca trabajé en sábado. Dios es bueno ¡siempre, en todo momento y circunstancia!, y él está hoy dispuesto a actuar en tu favor.