DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«El Señor mismo irá delante de ti, y estará contigo; no te abandonará ni te desamparará; por lo tanto, no tengas miedo ni te acobardes». Deuteronomio 31: 8
¿ALGUNA VEZ HAS OÍDO a alguien decir que se encuentra «entre la espada y la pared»? Esta expresión se utiliza cuando te enfrentas a un dilema, entre dos opciones o posibilidades, pero ninguna de ellas resulta aceptable ni placentera. Pues bien, hace poco me vi, literalmente, «entre la espada y la pared».
Me encontraba enferma y necesitaba ver un hepatólogo. Cuando me examinó, determinó que era necesario realizar una biopsia del hígado. Según tenía entendido, para llevar a cabo este procedimiento se utilizaba una aguja muy larga y fina con la cual se perforaba el costado y se extraía un trozo de este delicado órgano. El procedimiento debía llevarse a cabo mientras yo contemplaba todo lo que sucedía, de manera que me invadió el pánico.
Cuando llegué al hospital el médico empezó a enumerar los posibles riesgos asociados a la intervención y me aterré aún más. Allí recostada, oré en silencio para que Dios me ayudara a no entrar en pánico, pues tenía que mantenerme perfectamente quieta. El hígado tiene muchos vasos sanguíneos de forma que después de aquella intervención era muy importante evitar que este órgano sangrara en exceso.
La enfermera que me estaba atendiendo me dio un paquete de arena que, una vez me acomodara encima, me proporcionaría el soporte necesario. Despacio me deslicé sobre la bolsa de arena, pero lo que sentí no fue en absoluto arena, ¡parecía más bien una pared! Aun así, tuve que acostumbrarme a esa «pared», y a la «espada» que suponía la aguja, durante cinco incómodas horas.
Esta experiencia me llevó a pensar en los retos que son como espadas que atraviesan nuestro costado. Sin embargo, al leer el texto de hoy, recordé que Dios va por delante de nosotros acomodando el camino y que nunca nos dejará ni nos abandonará. El Salmo 18: 2 dice: «Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite».
La próxima vez que te sientas «entre la espada y la pared», ya sea literal o metafóricamente, durante cinco horas o cinco años, no temas ni te desanimes pues Dios te guiará a través de ello.