DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse». Isaías 40: 31
Cuando tenía tres meses de edad me diagnosticaron anemia de células falciformes. Como resultado de esta enfermedad, sufro muchos achaques y dolores agudos que pueden durar días, semanas o meses. A veces los dolores son tan agudos que incluso el toque de mi madre me resulta insoportable. Sin embargo, a pesar de los desafíos a los cuales me he enfrentado durante mi niñez, he hecho lo posible por llevar una vida normal.
En 1999 me diagnosticaron síndrome torácico agudo, que se produce por la falta de oxígeno en la sangre, y tuve que recibir una transfusión. Unos meses después sufrí otro ataque y perdí la movilidad en las extremidades; pero gracias a la oración de mis seres queridos, y por la gracia de Dios, recuperé la movilidad en menos de una semana. En 2003 me diagnosticaron de nuevo con síndrome torácico agudo, me ingresaron en la unidad de cuidados intensivos para recibir oxígeno al ciento por ciento y me entubaron. De hecho, los médicos se rindieron conmigo, pero mi mamá repitió las palabras del Salmista: «¿En quién creen ustedes? Mi hijo no debe morir; debe vivir para exclamar las obras de Dios» (ver Salmo 118: 17).
Por la gracia de Dios, me recuperé una vez más. Después de aquel incidente acudía a la clínica durante varios viernes, pues los cambios de tiempo me provocaban dolores en todo el cuerpo. En 2007, cuando una vez más me enfrenté a mi viejo enemigo y lo vencí, exclamé: «Nadie ha hecho el arma que pueda destruirme» (Isaías 54: 17).
Empecé a preguntarle a Dios: «¿Por qué a mí?», pero después empecé a pensar: «¿Por qué no a mí?». Aunque fueron días difíciles y estuve al borde de la muerte varias veces, pero encontré consuelo en el versículo de la Biblia que he elegido para hoy: Isaías 40: 31. El médico me dijo que las personas que sufren mi enfermedad no llegan a los dieciocho años. Hoy ya tengo veintiún años y «¡He de vivir para contar lo que el Señor ha hecho!» (Salmo 118: 17).
Gracias a esta experiencia, he aprendido que no hay situación demasiado terrible como para que Dios no la pueda restablecer. Confía en él. Las promesas y los propósitos de Dios para mi vida son certeros.
Permite hoy a Dios que sea tu esperanza y que renueve tus fuerzas. Yo ya lo hice.