DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza». Jeremías 29: 11
A LOS DIECISÉIS AÑOS, yo era una ferviente jovencita cristiana entusiasmada por trabajar para el Señor. También estaba segura de que me iría muy bien académicamente. Siempre creí que Jeremías 29: 11 trazaba el plan maestro de mi vida… hasta que llegó la verdadera prueba. Tuve éxito en los exámenes del Consejo del Caribe, y era el momento de cumplir mis sueños universitarios. A pesar de que sabía que financieramente iba a tener problemas, no estaba preocupada. El saber que Dios tiene un plan para mí me hace sentir que todas las cosas resultarán de la mejor manera posible. Sin embargo, la realidad me golpeó sorpresivamente.
Tuve serios problemas para costear mi matrícula. Había días en los que no tenía nada que comer y me sentaba en mi habitación a llorar. Cada semestre, durante los tres años que pasé en la universidad podía ver mi nombre impreso en el tablón de anuncios junto al que se podía leer que tenía pagos pendientes de mi matrícula.
Me sentía desesperada, sin esperanza, perdida y sin tener claro el rumbo de mi vida, sobre todo porque erróneamente pensaba que si Dios tiene un plan para mi vida, entonces siempre tengo que estar dispuesta a vivir una experiencia «buena». Un día traté de reflexionar en el verdadero mensaje que el profeta Jeremías estaba transmitiendo. A pesar de que estaba experimentando desafíos que no esperaba, Dios no se olvidó de mí, y todavía tenía un plan para mi vida.
Me centré de nuevo en Dios y a pesar de los desafíos él me ayudó a superar los obstáculos. Tengo tres consejos que te animarán: 1o. Tómate tiempo para descubrir el plan que Dios tiene para tu vida. 2o. Somete tu vida a ese plan que Dios tiene para ti. 3o. Confía en Dios para que guíe tu vida tanto en los momentos buenos como en los difíciles.
No quiero decir con esto que no habrá pruebas y dificultades, como bien ilustra mi caso, pero al final verás que todas las cosas obran para el bien de los que aman a Dios, como nos dice Pablo (ver Romanos 8: 28).
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Respeta el sábado; no te dediques a tus negocios en mi día santo. Considera este día como día de alegría, como día santo del Señor y digno de honor; hónralo no dedicándote a tus asuntos, ni buscando tus intereses y haciendo negocios. Si haces esto, encontrarás tu alegría en mí, y yo te llevaré en triunfo sobre las alturas del país». Isaías 58: 13-14
HACE ALGUNOS años, mientras vivía en Inglaterra, perdí mi trabajo y estuve sin empleo durante algunos meses. Mis ahorros se estaban agotando. Fue en esos momentos cuando me llamaron para una entrevista de trabajo, y me fue bien. Me ofrecieron un puesto de trabajo. Antes de aceptar, le pregunté si podría trabajar hasta las 3:30 de la tarde los viernes durante el invierno, ya que el sol se pone mucho más temprano durante esa estación.
También pregunté si podría trabajar horas extra durante la semana para compensar los viernes. Antes de darme una respuesta, el entrevistador me pidió que le explicara la razón. Así lo hice, pero me dijo que no podía aceptar lo que le estaba solicitando. Un poco decepcionado, le di las gracias por haberme tomado en cuenta para el trabajo y le dije que no podía aceptar el puesto.
Unas pocas semanas después de la entrevista me hablaron de otra oferta de trabajo en una organización benéfica. Al revisar los requisitos, me di cuenta de que no estaba cualificado, y por eso decidí no presentarme. Al poco tiempo recibí una llamada, en la que me pedían que me inscribiera en la lista, ya que solo una persona lo había hecho. Finalmente lo hice, para darles la oportunidad de ser capaces de llevar a cabo su actividad. Me llamaron para una entrevista, donde hice la misma petición acerca del sábado. La respuesta fue totalmente inesperada.
Me dijeron que mi compromiso con mis creencias decía mucho acerca de mi integridad y que debido a la naturaleza del trabajo, yo era el candidato más adecuado. Me dieron el trabajo porque decidí seguir a Jesús y observar el día de reposo. Dios usó ese trabajo para mostrarme el plan que tenía pensado para mí.
Dios también tiene un plan para tu vida, mantente firme en tus convicciones verás cómo ocurren maravillas.
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Me doy cuenta de la carga que Dios ha puesto sobre los hombres para humillarlos con ella. El, en el momento preciso, todo lo hizo hermoso; puso además en la mente humana la idea de lo infinito, aun cuando el hombre no alcanza a comprender en toda su amplitud lo que Dios ha hecho y lo que hará». Eclesiastés 3: 10-11
ES DIFÍCIL SER ESTUDIANTE UNIVERSITARIO. Un estudiante se enfrenta con problemas que van desde los relacionados con el alojamiento a la toma de decisiones; sin mencionar los cambios de estilo de vida que conlleva ser independiente. Lo que es más preocupante, sin embargo, es la responsabilidad financiera.
Una vez aceptado en la Universidad de las Indias Occidentales de Jamaica supe que el pago de las tasas, de diez mil dólares, debía hacerse en septiembre, y la única manera para optar a un plan de pago era depositar mil dólares. Inmediatamente, empecé a pensar en diferentes maneras de ganar esa suma. Me acababan de negar un préstamo estudiantil, mi madre había sido despedida de su trabajo y mi padre estaba jubilado y empleaba la mayor parte del dinero que ganaba en pagar la hipoteca de la casa. No había ninguna beca disponible para los estudiantes de primer año. Entonces fui a buscar trabajo, sin embargo, ninguna empresa podría pagarme tal cantidad en dos meses, a menos que trabajara los sábados.
Durante ese periodo, decidí acercarme más a Jesús. Me olvidé de las preocupaciones, me uní al coro de la escuela, mantuve varias conversaciones bíblicas con compañeros de clase y pasé mucho tiempo orando antes de estudiar.
Nunca me di por vencido, pero me cansé de la vida escolar y pensé en aprender fontanería en otra institución. Una noche me acordé de la letra de un cántico: «Al final de los sueños rotos él es la puerta abierta». Aquella misma noche recibí un correo electrónico.
Pensé que sería otro aviso de liquidación de pago de mis estudios, y evitar perder el derecho a tomar los exámenes. Sorprendentemente, era un correo electrónico de la Vicerrectoría de Finanzas donde se nos decía que los alumnos podríamos examinamos a pesar de no haber pagado. Mi madre obtuvo un trabajo muy bien remunerado y en pocos meses pudo pagar la totalidad del precio de las tasas.
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«Y ahora, gloria sea a Dios, que puede hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, gracias a su poder que actúa en nosotros. ¡Gloria a Dios […] por todos los siglos y para siempre!». Efesios 3: 20-21
Era el final de mi primer año de educación secundaria, y estaba muy triste porque yo era la peor estudiante de mi promoción. A pesar de trabajar más duro, el segundo año fue prácticamente igual. ¿Era yo una cabeza hueca? ¿Era cierto lo que decían? ¿Estaban mis compañeros en lo cierto cuando me decían que yo no era inteligente? Esta situación continuó durante toda mi educación secundaria, no importaba cuánto lo intentará, simplemente nunca obtenía buenas calificaciones.
Mis calificaciones hicieron que el sueño de convertirme en abogada pareciera una fantasía, pero nunca olvidé que Dios puede darnos más de lo que le pedimos, según el poder de su bondad. Sin dinero y con unas calificaciones horribles; que no me iba a permitir entrar en la Facultad de Derecho, decidí estudiar Gestión en Hostelería y Turismo, que no me gustaba para nada. Suspendí algunos cursos, pero me las arreglé para ir avanzando con las calificaciones mínimas hasta el final. Tardé siete años en lugar de cuatro en obtener el título. Habiendo sido expulsada de mi casa por mi padre, era difícil para mí, ya que estaba trabajando para poco más que sobrevivir. Atrapada por los problemas me olvidé de Dios, pero él no se olvidó de mí.
Al final tuve mi título en las manos, pero no tenía ni un centavo en el banco, además debía mucha renta atrasada, mi despensa estaba vacía y la voz de mi padre me daba vueltas en la cabeza diciéndome que yo no tenía cabeza para estudiar Derecho, pero aun así solicité entrar a la Facultad de Derecho. Me aceptaron gracias a mi primer título y a la misericordia de Dios. Me esforcé, luché, oré y lloré durante los cinco años de la carrera, trabajando más duro de lo que jamás podría haber imaginado.
Me gradué con las más altas calificaciones y me gané una beca. Ahora trabajo como procuradora en mi propia firma. Cada día que abro mi oficina recuerdo que Dios me dio más de lo que le había pedido. Me transformó de una mal estudiante en una abogada.
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Que el Señor tenga compasión y nos bendiga, que nos mire con buenos ojos». Salmos 67: 1
SOY MADRE DE DOS NIÑOS encantadores, por los que doy gracias a Dios cada día. Si no fuera por ellos, no creo que yo estuviera hoy aquí. Era muy joven cuando quedé embarazada de mi primer hijo y no estaba casada. Abrumada por la vergüenza, pensé que nunca más sería digna de Dios ni de su misericordia. Muchas veces quise darme por vencida en esta vida, pero mi Dios tenía otro plan para mí. Colocó a gente de la iglesia en mi vida para que me diesen ánimos. Me recordaron el amor incondicional y eterno de Dios, así como su preocupación por cada detalle de mi vida. Eso me hizo ver las cosas de un modo diferente, logró que en mi corazón prendiera de nuevo la llama del amor hacia Dios, y esa llama arde cada día más y más.
Una de las personas que más apoyo me brindó fue el anciano de mi iglesia con su comprensión y palabras de ánimo. Creo que solo Dios pudo haberle dado un corazón compasivo, además del amor y la misericordia, y le agradezco que haya permitido a Dios trabajar a través de él para cambiar mi vida.
Por aquel entonces, muchas chicas de mi misma edad estaban en la misma desafortunada situación que yo; muchas de ellas nunca regresaron a la iglesia. Estoy muy agradecida por el apoyo que recibí de la iglesia. Una experiencia tan cálida y comprensiva puede marcar la diferencia. Siempre es bueno tener a alguien en la iglesia con quien poder relacionarte y comentar cualquier situación o problema que tengas.
Mi hijo es ahora un joven, y doy gracias a Dios por él cada día. El es muy activo en la iglesia, y está bastante centrado en Dios y en el ministerio, así que quiero dar gracias a mi familia de la iglesia por haberse hecho cargo de mis necesidades y haberme ayudado a construir mi vida espiritual.
Gracias, Señor, por mostrarme tu amor y misericordia a pesar de mis errores. Es probable que tú que lees este mensaje hayas fallado en algún momento de tu vida, hoy te cuento mi experiencia porque quiero que sepas que no importa el error que hayas cometido.
Dios es misericordioso y puede darte una nueva vida, lo hizo conmigo y lo puede hacer contigo.
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Oraciones creativas
«Todo lo bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba, de Dios». Santiago 1: 17
POR LO GENERAL LOS JÓVENES asisten a la universidad durante cuatro años para obtener su licenciatura. Sin embargo, mi periodo universitario fue más largo, un periodo que me llevó a través de tres cambios de programa hasta que finalmente me decidí a cursar estudios de Administración. Pronto me di cuenta de que en mi país el mercado laboral para los recién graduados se estaba reduciendo. Además, me di cuenta de que sentarme y preocuparme por mis ingresos tampoco me iba a ayudar.
Entonces caí en la cuenta: «Soy estudiante de Administración de Empresas, estoy aprendiendo acerca de la innovación y la creatividad», pero lo más importante, me dije a mí mismo, «Si soy un cristiano que sirve al Creador, entonces puedo pedir a Dios que me ayude a ser creativo». Pensando esto, oré y pedí a Dios que me diera una idea para un negocio. Comencé a experimentar con papel y plástico y fui capaz de crear un nuevo e innovador producto llamado UBoard, que es una pizarra blanca delgada, flexible y de bajo costo. Además, fui capaz de participar en varios concursos para estudiantes y, después de cuatro intentos, logré conseguir el capital necesario para comenzar mi propio negocio.
Así que después de más de siete años de fracaso al intentar obtener un título universitario, en tan solo unos pocos meses me gradué de la universidad y con un negocio propio. ¡Quién sino Dios pudo haber causado tal giro en los acontecimientos! Además también rechacé dos propuestas de trabajo, pues si Dios me ha bendecido con mi propio negocio, ¿para qué trabajar para otra persona? Sé que Dios proveerá lo necesario para mi bienestar.
Comenzar mi propio negocio me ha enseñado que cuando realmente nos entregamos a Dios, él proveerá. También he aprendido que cuando le pedimos algo a Dios con fe, debemos estar dispuestos a ponernos a su disposición para recibirlo. En otras palabras, ¡si oras por lluvia será mejor que busques un paraguas! ¿Con qué situación estás teniendo dificultades?
Confía en Dios y deja hoy que te guíe a lo largo de tu vida.
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«El amor de Cristo se ha apoderado de nosotros». 2 Corintios 5: 14
Muchas veces la universidad se convierte en contraproducente para el desarrollo espiritual; sin embargo, Dios siempre tiene un plan. Durante una clase de Economía estábamos comentando con nuestro maestro la fecha de nuestra primera evaluación. No llegamos a ningún acuerdo, así que él nos anunció que nuestra primera evaluación tendría lugar en sábado.
Me llené de angustia, y me estremecía solo de pensar en ello. Miré a mi amigo que también era adventista del séptimo día, y luego, desde atrás de nosotros se alzó una voz exclamando: «Soy adventista del séptimo día, señor». El instructor le respondió, «Está bien, entonces el examen tendrá lugar a las seis de la tarde del sábado». Por lo general, los jamaicanos que no conocen el mensaje del sábado creen que el sábado se observa de seis a seis de la tarde; sin embargo, sabemos que es de puesta de sol a puesta de sol (Levítico 23: 32). Descubrí que la puesta de sol tendría lugar aproximadamente a las 6:15 pm y me inquieté un poco ante la idea, a pesar de estar completamente decidido a no deshonrar el día de reposo.
Junto con mi amigo, decidimos que no íbamos a entrar en la sala de examen hasta después de la puesta del sol, y ese día tuvimos unos momentos de oración y alabanza en el campus universitario a las seis de la tarde. Inmediatamente después, entramos al aula. Cuando pasaron los quince minutos, nos sentamos, oramos, y comenzamos a trabajar. Cuando empezamos, los vigilantes se acercaron y me dijeron que tenía quince minutos extra. No sabía que iba a obtener ese tiempo extra, pero Dios había trabajado en ello por nosotros. Obtuve una calificación sobresaliente en ese examen, pero la historia no termina ahí.
En otra ocasión, durante la clase, el profesor necesitaba poner fecha y hora para un examen decisivo. Muchos estudiantes ofrecieron fechas y horas, lo que dio lugar a una gran cantidad de posibilidades. Entonces el maestro dijo: «Quiero que él me la dé» (señalándome a mí). La clase preguntó por qué me había elegido, y él les respondió diciendo, «Porque él estuvo dispuesto a sacrificarse por lo que creía».
¿Qué marcó la diferencia? El amor de Cristo se había apoderado de mí, hoy permítele que se apodere de ti también.
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«Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia. Ten presente al Señor en todo lo que hagas, y él te llevará por el camino recto». Proverbios 3: 5-6
En marzo de 2014 me encontraba en una encrucijada académica. Anteriormente, había solicitado ser admitido para el máster en Administración de Empresas de la Universidad de las Indias Occidentales de Mona, Jamaica; pero no me enviaron los documentos requeridos, por lo que retrasé la decisión.
La primera vez que me di cuenta de que Dios estaba tratando de llamar mi atención fue cuando el plazo de presentación de documentos se amplió, y yo lo dejé pasar. Un mes más tarde, recibí una llamada en la que me instaban a presentar los documentos. Oré y los presenté. No sabía cómo iba a pagar la matrícula, pero decidí confiar en Dios. Dos semanas más tarde descubrí que había sido aceptado en el programa. Sin embargo, el comienzo de las clases estaba planeado justo la semana que tenía un viaje planificado y para empeorar las cosas, todavía no podía pagar las cuotas.
Decidí no aceptar la oferta y viajar como tenía previsto. Durante el viaje, recibí varios correos preguntando por mi decisión. Respondí que no me iba a ser posible aceptar la oferta, solo para descubrir unas semanas después que el mensaje no se había enviado. Cuando regresé, mi mente aún no estaba en paz, así que oré: «Padre, si es tu voluntad que yo curse este máster, por favor, elimina todo lo que lo está bloqueando actualmente».
Horas después recibí una llamada. Cuando terminó la conversación, no pude evitar sonreír y decir: «¡Gracias, Señor!». La persona que estaba al teléfono era el coordinador del curso, ofreciéndome una beca parcial y un plan de pago para lo que quedaba por cubrir. Mis tasas pasaron de tener que pagar la totalidad hasta un módico veinticinco por ciento.
Ya lo había dicho Ellen G. White: «Al enseñarnos a pedir cada día lo que necesitamos, tanto las bendiciones temporales como las espirituales, Dios desea alcanzar un propósito para beneficio nuestro. Quiere que sintamos cuánto dependemos de su cuidado constante, porque procura atraernos a una comunión íntima con él» (Ser semejante a Jesús, p. 11).
Confía en Dios y pídele que dirija tu vida. Puede que no sepas a dónde ir, pero él conoce el plan que tiene para nosotros.
Shakara MacCrae Levy, Jamaica
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«Por lo tanto, mi Dios les dará a ustedes todo lo que les falte, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús». Filipenses 4: 19
En septiembre de 2013 empecé mi último año de la licenciatura en la Universidad de las Indias Occidentales de Cave Hill, Barbados. Por primera vez, solo tenía dinero para cubrir la matrícula y la pensión de un semestre. No tenía ni idea de cómo costearía el coste del segundo semestre. Cuando llegué hablé con mi casero durante dos horas. Me dijo que él y su esposa estaban allí para ayudar, y que no debía de tener miedo de acudir a él si alguna vez necesitaba algo.
El primer semestre pasó bastante rápido y pronto llegaron las vacaciones. Me quedé en Barbados, pues me resultaba más económico. Al poco tiempo, la escuela iba a comenzar, y no tenía nada para la matrícula o el alquiler. El día previo al vencimiento del alquiler de enero, acudí a mi casero y le expliqué mi situación. Me dijo que no me preocupase. En febrero, fui capaz de pagar el mes de enero y la mitad de febrero gracias al dinero recibido de la asociación de estudiantes y lo que me enviaron desde casa.
Seguí orando a Dios, pidiéndole ayuda para mi situación financiera. Había días en los que el desánimo se apoderaba de mí y me quedaba en mi habitación y lloraba de la impotencia. Mi familia no tenía los recursos para ayudarme, por eso no le conté a mi madre los problemas que estaba atravesando. Lo que me mantenía era recordar todo lo que Dios había hecho por mí en el pasado y el ánimo que me infundían mis amigos.
Los meses pasaron y seguía sin ser capaz de pagar mi renta. Cuando era la hora de marcharme en mayo, estaba preocupado y tenía miedo de acercarme a mi casero. Cuando finalmente acudí a proponerle un plan de pago, me dijo: «No nos debes nada; no te preocupes». Me quedé boquiabierto y quise llorar.
«Recibiremos día tras día lo que necesitamos para el presente. Diariamente debemos pedir: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. No nos desalentemos si no tenemos bastante para mañana», aconseja Ellen G. White (Ser semejante a Jesús,p. 11).
Aun sin saberlo el Señor ya había pagado el alquiler en su totalidad.
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«Por eso les digo que todo lo que ustedes pidan en oración, crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán». Marcos 11: 24
Habiendo terminado mis estudios universitarios me mudé a otro lugar para enseñar. Fue mi primera experiencia viviendo fuera de casa y de inmediato sentí el peso de los gastos que tuve que afrontar con mi escaso salario inicial. Las cosas se volvieron tan difíciles que mi sueño de ahorrar dinero para regresar de nuevo a mis estudios empezó a parecerme imposible.
Mi madre me aconsejó que orara. Desafortunadamente, mi vida de oración no era de lo más ferviente que digamos; pero pedí ayuda a Dios. Me enteré de una beca para profesores que hubieran enseñado durante al menos dos años. No estaba segura de si debía solicitarla, ya que apenas estaba en mi primer año de enseñanza. Supuse que no iba a cumplir los requisitos. El consejo de mi madre era que, «si Dios quiere eso para ti, será para ti».
Al día siguiente envié mi solicitud y presenté mi renuncia en el trabajo. La matriculación en el programa que acababa de solicitar implicaba mudarme de ciudad. Mis compañeros me preguntaron si me había vuelto loca. Pero continué orando.
«En el gran plan de su providencia —dice Ellen G. White— él suplirá lo que se necesite cada día. Esta lección de Cristo constituye un reproche para los pensamientos ansiosos, las perplejidades y las dudas del corazón infiel […]. Cumplan con su deber, y confíen en Dios; porque él sabe de qué cosas tenéis necesidad» (Consejos sobre mayordomíacristiana, cap. 44, p. 225).
Poco después de volver a casa, mi tío se comprometió a financiar mi primer año de universidad. Di gracias a Dios por su bondad, sin darme cuenta de que él tenía reservados para mí planes aún mayores. Durante la primera semana de clases, el comité de becas me hizo saber que me habían concedido la beca. Iba a recibir la cantidad equivalente a la matrícula completa durante todos mis estudios, además de los fondos de mi tío.
¡El Señor me bendijo doblemente!
Hoy quisiera invitarte a enfrentar la vida con la seguridad de que ese mismo Dios puede bendecirte más allá de lo que imaginas o tienes la capacidad de pedir.