DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Y ahora, gloria sea a Dios, que puede hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, gracias a su poder que actúa en nosotros. ¡Gloria a Dios […] por todos los siglos y para siempre!». Efesios 3: 20-21
Era el final de mi primer año de educación secundaria, y estaba muy triste porque yo era la peor estudiante de mi promoción. A pesar de trabajar más duro, el segundo año fue prácticamente igual. ¿Era yo una cabeza hueca? ¿Era cierto lo que decían? ¿Estaban mis compañeros en lo cierto cuando me decían que yo no era inteligente? Esta situación continuó durante toda mi educación secundaria, no importaba cuánto lo intentará, simplemente nunca obtenía buenas calificaciones.
Mis calificaciones hicieron que el sueño de convertirme en abogada pareciera una fantasía, pero nunca olvidé que Dios puede darnos más de lo que le pedimos, según el poder de su bondad. Sin dinero y con unas calificaciones horribles; que no me iba a permitir entrar en la Facultad de Derecho, decidí estudiar Gestión en Hostelería y Turismo, que no me gustaba para nada. Suspendí algunos cursos, pero me las arreglé para ir avanzando con las calificaciones mínimas hasta el final. Tardé siete años en lugar de cuatro en obtener el título. Habiendo sido expulsada de mi casa por mi padre, era difícil para mí, ya que estaba trabajando para poco más que sobrevivir. Atrapada por los problemas me olvidé de Dios, pero él no se olvidó de mí.
Al final tuve mi título en las manos, pero no tenía ni un centavo en el banco, además debía mucha renta atrasada, mi despensa estaba vacía y la voz de mi padre me daba vueltas en la cabeza diciéndome que yo no tenía cabeza para estudiar Derecho, pero aun así solicité entrar a la Facultad de Derecho. Me aceptaron gracias a mi primer título y a la misericordia de Dios. Me esforcé, luché, oré y lloré durante los cinco años de la carrera, trabajando más duro de lo que jamás podría haber imaginado.
Me gradué con las más altas calificaciones y me gané una beca. Ahora trabajo como procuradora en mi propia firma. Cada día que abro mi oficina recuerdo que Dios me dio más de lo que le había pedido. Me transformó de una mal estudiante en una abogada.