«Dale buena educación al niño y jamás la abandonará»
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Dale buena educación al niño de hoy, y el viejo de mañana jamás la abandonará». Proverbios 22: 6
SI HAS NACIDO O CRECIDO en un hogar adventista, de seguro conocerás de primera mano las experiencias peculiares que vivimos los jóvenes.. Te voy a contar algunas de las vivencias más impactantes de mi vida.
Recuerdo cuando, intentando seguir el rollo a mis amigos, me fumé mi primer cigarrillo. Más tarde, a los diciesiete años, quise conocer y vivir todas las experiencias que el mundo podía ofrecerme; busqué y descubrí unas cuantas.
Un amigo que asistía a la misma iglesia que yo, y que además iba a mi clase en el instituto, me propuso fumar mi primer porro de marihuana. Al principio fue para mí un descubrimiento, un placer compartir un nuevo producto. Sin embargo, un día, después de haberme drogado con mis compañeros de clase empecé a alucinar y me di cuenta de que me había metido en un serio problema, al ver a uno de mis amigos y darme cuenta de que tenía dos cuernos en la cabeza… Le dije a Dios: «Si realmente existes, demuéstramelo hoy». Tras este suceso, que acarreó terribles consecuencias, me desperté en el hospital.
A partir de ese momento mi vida cambió, Dios me rescató del mundo de las drogas y hoy sirvo como ayudante en una clínica psiquiátrica acompañando a un gran número de jóvenes que han vivido experiencias similares.
En el libro La educación, Ellen G. White dice: «La verdadera educación […] es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales» (cap. 1, p. 13). Muy a menudo, este es el deseo de nuestros padres; pero, empujados por la curiosidad, cometemos errores que destruyen esta armonía y de los cuales terminamos lamentándonos. Gracias a Dios, la Biblia está llena de pasajes de esperanza como en 2 Corintios 12: 9-10, NVI que dice: «Pero él me dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en las debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte».