El monje loco
“Ahora bien, ¿deberíamos seguir pecando para que Dios nos muestre más y más su gracia maravillosa? ¡Por supuesto que no!” (Romanos 6:1,2, NTV).
Su muerte fue casi tan misteriosa como su vida. Había pasado rápidamente de ser un monje itinerante a consejero personal nada menos que de la esposa del Zar de Rusia. Rasputín había llegado a ganarse la confianza de la zarina tras sanar a su hijo Alexéi Nikoláievich, el heredero al trono. Para ese entonces, Rasputín era famoso por sus oraciones sanadoras.
Cerca de la medianoche del 16 de diciembre de 1916, Rasputín fue asesinado por el príncipe Félix Yusúpov y otros tres integrantes de la nobleza. Intentaron envenenarlo pero, aparentemente, el veneno no surtió efecto. Entonces, Yusúpov le disparó y lo dio por muerto. Mientras se preparaba para salir a deshacerse del cadáver, Rasputín se incorporó e intentó escapar. Fue entonces que lo remataron con dos tiros más y un golpe en la sien. Después ataron el cuerpo con cadenas de hierro y lo arrojaron al río Nevá.
Rasputín pasó a convertirse en una de las personalidades de la historia más discutidas. Para algunos, fue un cristiano que supo vivir entre los pobres y sanó a los enfermos, mientras que, para otros, no fue más que un charlatán que se aprovechó de su oratoria y personalidad atractiva para acercarse al poder (tenía el apodo de “El monje loco”).
Aunque los historiadores no han encontrado pruebas concluyentes, en su época había rumores de que era una persona licenciosa, y de que se lo había visto numerosas veces borracho y en compañía de prostitutas. Sus relaciones con sus discípulos y sus visitas de alcoba (en su mayoría, mujeres de la alta sociedad rusa) también eran polémicas. Se afirma que una de sus máximas era: “Se deben cometer los pecados más atroces, porque Dios sentirá un mayor agrado al perdonar a los grandes pecadores”.
Más allá de los rumores acerca de su vida libertina, Rasputín expresó la creencia de muchos de que cuanto más grande es el pecado, mayor será el perdón divino recibido. El apóstol Pablo, por el contrario, afirmó que no hay nada que Dios aborrezca más que el pecado. Y si bien Dios se complace en perdonar al pecador arrepentido, siente una profunda aversión hacia el pecado.
Siempre, el lugar más seguro es el que está más alejado del pecado. Cristo murió para salvarnos del pecado, no para mantenernos en él. El pecado es muerte y dolor, y no necesitamos pecar para recibir los méritos de la muerte de Cristo, dado que fuimos concebidos en pecado. Hoy, decide vivir lo más lejos que puedas del pecado, por la gracia de Dios. MB
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Pablo Ale – Marcos Blanco
Lecturas devocionales para Jóvenes 2017