La perra que dio su vida
“En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9).
Recuerdo a Tafi. Su cola gruesa e inquieta, su energía incansable, su vigor permanente, sus enormes patas delanteras y su bondad casi infinita. No creo que en el universo haya existido un perro más bueno y lindo que él. Sí, lo sé, mi calificación es totalmente subjetiva y arbitraria. Pero tú, estoy seguro, dirías lo mismo de tu mascota favorita.
Recuerdo ese fatídico viernes de verano cuando un auto lo atropelló. Y recuerdo mis lágrimas por él. Es triste perder a tu mascota querida; tal vez tú lo hayas vivido.
En la historia, hubo una mascota que murió para que el hombre pueda desarrollar la tecnología espacial. Estamos hablando de la famosa perra llamada Laika quien, el 3 de noviembre de 1957, se convirtió en la primera criatura con vida que fuera enviada al espacio a bordo de una nave espacial soviética: el “Sputnik II”.
Laika murió siete horas después del lanzamiento. La causa de su muerte fue, probablemente, una combinación del estrés sufrido durante el evento y el sobrecalentamiento que habría padecido al sufrir un desperfecto el sistema de protección térmica de la nave.
No obstante, la muerte de esta perrita no fue en vano: su experiencia sirvió para alcanzar el objetivo de lograr vuelos espaciales tripulados.
Una perra que muere para que el hombre pueda ir al espacio me hace recordar a un Hombre que murió para que todos vayamos al cielo.
Jesús murió por ti. Lo hizo por amor. Todos los problemas de la vida, las tristezas, el estrés, la ansiedad; todo, todo es reducido a la nada cuando recordamos ese tremendo sacrificio.
Hoy puedes hacer que la muerte de Jesús no sea en vano. Puede ser un día histórico. Para eso, debes aceptarlo como Salvador personal, arrepentirte de tus pecados y guardar sus mandamientos. Cuando fue tentado por la esposa de Potifar, José pronunció el verdadero motivo de la obediencia a Dios: el amor. Él dijo: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Cén. 39:9). Cuando amas a alguien, quieres complacerlo y obedecerlo. Así sucede en el ámbito de las relaciones humanas, y así sucede también para con Dios.
“¿Quién puede medir el amor que sintió Cristo por el mundo perdido, mientras pendía de la cruz sufriendo por los pecados de los hombres culpables? Este incomprensible amor de Dios fue inconmensurable, infinito” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 191). PA
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Pablo Ale – Marcos Blanco
Lecturas devocionales para Jóvenes 2017