La misteriosa escritura en la pared
“Este es el mensaje que se escribió: Mene, Mene, Tekel y Parsin” (Daniel 5:25, NTV).
Según crónicas históricas, el 12 de octubre de 539 a.C., la mano en la pared escribió la sentencia sobre Belsasar y todo el Imperio Neobabilónico. Esa misma noche, ingenieros de Ciro el Grande desviaron las aguas del río Eufrates, y su ejército tomó la legendaria ciudad (considerada inexpugnable). El imperio quedaba en manos de Medopersia.
Nadie pudo explicar al rey el significado de la escritura en la pared: Mene, Tequel y Parsin. En realidad, como con el sueño de Faraón de las siete malas espigas de trigo, los sabios del rey no se atrevían a dar el verdadero significado de la escritura que, cual grafiti irrespetuoso, desnudaba una realidad política que era la comidilla de la corte por ese entonces.
Todos sabían, incluyendo el rey, que significaban unidades sucesivas en el sistema monetario de Babilonia. En buen “lunfardo” de Buenos Aires, serían “lúea, mango y chirolas” (debo esta interpretación al Dr. Aecio Cairus). Mene, helenizado como mina, aparece en la conocida parábola de Jesús de Lucas 19:11 al 27. Tequel, hebraizado como shéquel, es todavía hoy el “peso” de curso legal en Israel.
Así, la historia del reino babilónico ha sido “lúea, mango y chirolas”: La “lúea” (mil pesos) era el gran fundador, Nabucodonosor. Su hijo y sucesor, Evilmerodac, no pasaba del valor de un peso, un “mango”. Pero, los gobernantes del momento, Nabonido y Belsasar, eran solo fracciones (se dividieron el poder). En cuanto al valor de estos “chirolas”, ¡mejor ni hablar!
Daniel fue el único que se atrevió a ser sincero; pero no se rebajaría al nivel de la maledicencia anónima del chiste. Retomó la etimología de las unidades monetarias para transformar el dicho: Mene relacionado con el verbo “contar” (como la antigua unidad monetaria portuguesa, el “conto de milreis”); Tequel, tal como el peso, unidad básica en tantos países hispánicos, con “pesar”; y las fracciones, Parsin, con “quebrar”. ¿Quién cuenta, pesa y quiebra? Es Dios -dice Daniel-, que decidió dar otro giro a la historia, y ahora el reino pertenecía a los “medos y los persas” (Dan. 5:28). Así, para Belsasar, poco importaba su mayor o menor habilidad política, ya que podría atribuir el final de su imperio a una fatalidad divina, y no a su propia impericia.
El libro de Daniel descorre la cortina para mostrarnos que, tras bambalinas, usando el flujo y el influjo de influencias humanas, Dios está al timón del destino de la historia; esa historia que muy pronto terminará con su Segunda Venida. Hoy, no temas confiarle tu vida. Si puede dirigir imperios y naciones, seguramente puede hacer de ti un vencedor. MB
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Pablo Ale – Marcos Blanco
Lecturas devocionales para Jóvenes 2017