“Hatikva”
“A éstos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27, NVI).
Se había estado cantando desde 1897, en el primer congreso sionista. Pero fue recién ese 14 de agosto de 1907, en el octavo congreso mundial sionista en La Haya, que “Hatikva’’ fue adoptado como himno oficial del sionismo. En hebreo, hatikva significa “La esperanza”. La letra fue escrita en el año 1878, por Naftali Herz Imber, poeta judío nacido en la actual Zolochiv, Ucrania, con motivo de la fundación de Petaj Tikva, uno de los primeros asentamientos judíos en la Siria Otomana, e incluido en su primer libro: Barkai [La brillante estrella de la mañana], Jerusalén, 1886. Ampliamente entonado y difundido desde el primer congreso mundial sionista y adoptado en 1907, en el año de la creación del Estado de Israel (1948), se convirtió en el himno nacional de esa nación.
El texto actual del himno pertenece a la primera estrofa y el estribillo, extraídos del poema inicial de nueve estrofas en hebreo:
Mientras en lo profundo del corazón/ palpite un alma judía,/ y dirigiéndose hacia el Oriente/ un ojo aviste a Sion,/ no se habrá perdido nuestra esperanza;/ la esperanza de dos mil años,/ de ser un pueblo libre en nuestra tierra: / La tierra de Sion y Jerusalén.
“Hatikva” expresa la esperanza imperecedera de Israel, durante miles de años de exilio, de que retornarían a la independencia en su propia tierra. Desde que en el año 70 d.C. Tito destruyó Jerusalén, el pueblo judío quedó diseminado por Europa y el mundo. Durante esos dos mil años de exilio, el pueblo judío siempre oró por regresar a Israel, anhelo intensificado especialmente durante las fiestas bíblicas del Antiguo Testamento, que requerían celebrarse en Jerusalén.
Hasta hoy, los judíos oran con sus ojos, sus palabras y su corazón dirigidos hacia Israel, especialmente, Jerusalén. Como cristianos, hemos vivido como peregrinos y extranjeros en este mundo durante muchos siglos. Pero no caminamos a la deriva, conocemos nuestro destino. Tenemos la certeza de que existe la Jerusalén celestial y de que, muy pronto, habitaremos allí junto a nuestro Dios. Por eso, nosotros también tenemos hatikva: también podemos cantar con la esperanza de habitar eternamente junto a nuestro Creador y Redentor.
Que hoy esa tikva (esperanza) lata en tu corazón, y avances confiado ante las vicisitudes de esta vida. Recuerda: los problemas de esta vida son pasajeros, pero nos dirigimos hacia una Tierra Nueva, donde la paz y la felicidad serán eternas. MB
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Pablo Ale – Marcos Blanco
Lecturas devocionales para Jóvenes 2017