Tocar al intocable
“Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole: ‘Sí quiero. ¡Queda limpio!’” (Marcos 1:41, NVI).
En el episodio de posible discriminación racial más comentado de los últimos tiempos, Michael Brown fue abatido el 9 de agosto de 2014 en Ferguson, Saint Louis, Estado de Missouri, Estados Unidos. Brown, ciudadano de raza negra de 18 años, murió después de ser abatido a tiros por Darren Wilson, un agente policial blanco.
Este incidente desencadenó reacciones en la zona metropolitana de Saint Louis y a nivel nacional, incluyendo marchas pacíficas, protestas, enfrentamientos violentos de la población negra con la policía, varias formas de manifestaciones sociales y la demanda popular por una investigación de los hechos. Un mes después, Eric Holder, fiscal general de los Estados Unidos, lanzó una investigación para determinar si los agentes habían mostrado discriminación racial.
Este evento reveló una realidad que muy pocos se animan a denunciar: la persistencia del racismo y la xenofobia. La “Convención Internacional Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial” define la discriminación racial, o xenofobia, como “toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico, que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública”.
Aunque la mayoría de nosotros no porta un arma de fuego, vamos por la vida disparando prejuicios, escrúpulos, convencionalismos, tabúes, aprensiones, arbitrariedades, recelos y suspicacias. No asesinamos a nadie, pero sí matamos con la indiferencia; no quitamos la vida, pero sí oportunidades. Sepultamos a los demás bajo una pila de prejuicios e ideas preconcebidas.
Prejuicios como la xenofobia dividen, y erigen muros cuando deberíamos ser constructores de puentes y reparadores de brechas. En la discriminación reina el odio, pero el amor debería gobernar nuestra relación con los demás. El deseo de superioridad puede conducirnos a la discriminación, mientras que el Señor, verdaderamente, nos comisionó a elevar y ayudar a crecer a nuestro prójimo. Sí, toda clase de discriminación lastima y destruye; y nosotros fuimos llamados a seguir el ejemplo de Cristo de sanar y salvar.
Hoy, proponte destruir solamente tus propios prejuicios. Atrévete a ir más allá de las convenciones y ama de corazón a todos los que te rodean. MB
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Pablo Ale – Marcos Blanco
Lecturas devocionales para Jóvenes 2017