DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Sión decía: “El Señor me abandonó, mi Dios se olvidó de mí”. Pero ¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré». Isaías 49: 14-15
Habíamos terminado un campamento de jóvenes en el Parque de Exposiciones, en Brasilia, la capital de Brasil, y todos preparaban sus mochilas para regresar a sus casas. Muy pronto solo quedarían recuerdos de lo que había sido una semana maravillosa en la vida de casi veinte mil jóvenes.
Entonces vi, sentada en el borde de lo que había sido la plataforma central, a una chica de unos dieciséis años. Parecía una estatua. No se movía; miraba, inmóvil, fijamente, hacia un punto indefinido del horizonte.
«¡Hola! ¿Sientes nostalgia del campamento? —le pregunté, acercándome a ella». Me miró con indiferencia, como si no me conociera. Intentaba ser dura, demostrar que no estaba sufriendo, pero no lo conseguía. Las lágrimas inundaban sus ojos; más que lágrimas, el grito silencioso de un corazón carente, demasiado joven para ver los colores de la vida.
«¿Por qué todo lo que es bueno tiene que terminar? —preguntó angustiada—. El sueño concluyó, aquí encontré amigos fantásticos. Sentía que había gente a quien yo le importaba, pero el sueño pasó. ¿Por qué tiene que ser siempre así?».
Después me habló de su vida, y terminó diciendo: «Nadie me quiere, a nadie le importo». ¿Alguna vez te has sentido así? Vivimos en un mundo contradictorio. Las personas viven apiñadas en departamentos, pero parece que nadie conoce a su vecino. Si uno entra en alguna de las estaciones del subterráneo del centro de la ciudad, se tiene la impresión de ser una sardina enlatada, pero, ¿a quién le importa si te duelen los pies porque anduviste todo el día buscando empleo? O, ¿quién se interesa en conocer el volcán de tristeza que parece explotar dentro de tu pecho?
¿Te has sentido alguna vez como un objeto usado por otras personas? ¿Alguna vez has recibido ese trato de personas cercanas a tí? ¿Sientes que no le interesas a nadie? No olvides nunca la promesa de Dios: «¿Acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré» (Isaías 49: 15).
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365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Al hombre le toca hacer planes, y al Señor dirigir sus pasos». Proverbios 16: 9
SUPONGO QUE TIENES SUEÑOS, porque sería trágico vivir sin ellos. Los sueños nos mantienen despiertos y activos. Sin embargo, es muy importante que nuestros sueños estén en armonía con los de Dios, eso asegurará nuestro triunfo.
Ayer te hablaba de mi sueño de ser beisbolista, te conté que no pude ser parte de la selección nacional por guardar el sábado y por causa del llamado que recibí para servir a Dios en el ministerio, entendí que ese era el sueño de Dios para mí. ¿Cómo empezó todo?
Tenía apenas seis meses de bautizado en la iglesia cuando me tocó predicar por primera vez en el culto del sábado. Antes de la presentación recuerdo que el hermano Reyes Cornelio dijo: «Ahora les presento a un jovencito de nuestra iglesia que tendrá el tema de la mañana, creo que él puede ser un buen pastor de la Iglesia Adventista». Levanté la cabeza extrañado, porque no me esperaba esas palabras y porque no tenía idea de qué hacía un pastor. Pero ese fue el inicio de una serie de llamados que Dios me extendió para servir en su iglesia.
Dos años después decidí ir a la universidad para estudiar Teología. Esa fue una decisión arriesgada, pero Dios abrió varias puertas, especialmente económicas. Lo primero era que tenía que enviar los exámenes médicos y no tenía el dinero. Ese día le pedí a Dios: «Si de verdad me has llamado, envía ese dinero», pocos instantes después llegó a casa un amigo de otro país que había venido a visitarme y me dejó un sobre con dinero que era justo lo que necesitaba para hacerme los exámenes.
Luego surgió otro inconveniente, tenía que buscar el dinero necesario para cubrir el año escolar, pues mis padres no lo tenían. Para conseguirlo tuve que colportar y gracias a Dios obtuve más de media beca. De manera interesante, unos días antes de irme a la universidad recibí una llamada del exterior, otro amigo prometió ayudarme en los estudios y su ayuda completó lo que me faltaba para cubrir el año escolar.
Cuando Dios tiene un sueño para ti nada le impedirá cumplirlo siempre y cuando tú estés dispuesto a seguirlo.
El plan de Dios siempre será el mejor, permítele dirigir tus pasos hoy y siempre.
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365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Pero Dios es sabio y poderoso; él hace planes, y los lleva a cabo». Job 12: 13
MIS PLANES ESTABAN BIEN DEFINIDOS: sería jugador de béisbol profesional.
Recuerdo que entre los primeros juguetes que tuve en mi niñez había un bate, una pelota y un guante de béisbol. Mi ciudad natal, San Pedro de Macorís, es cuna de grandes beisbolistas y el barrio donde me crié, justo detrás del estadio de béisbol, es una cantera inagotable de jóvenes talentosos en ese deporte.
Me di cuenta de que tenía un talento innato para el juego, y no solo yo lo noté, también mis compañeros de equipo y los dirigentes. Uno de mis sueños era ser parte de la selección nacional de mi país, y dicha oportunidad se me presentó en unos juegos internacionales. Se seleccionaría un jugador por provincia, de los miles que había, yo fui seleccionado, siendo el más joven del equipo con tan solo quince años. Un año antes había conocido a Cristo y aceptado su Palabra. El dirigente del equipo sabía que yo no jugaba los sábado por mis principios bíblicos, así que un poco preocupado me dijo: «Hay un pequeño inconveniente, los juegos de eliminatoria de República Dominicana son viernes en la noche, y sábado en la mañana, por lo tanto tendrás que jugar sábado por esta vez».
Cuando le dije que no iba a jugar en sábado me preguntó si me estaba volviendo loco, que allí estarían los cazadores de talentos de las Grandes Ligas, que era una oportunidad única, que miles de jóvenes desearían estar allí, y terminó como dicen muchos todavía hoy: «Pídele un penniso a Dios o a tu pastor». Con mucho pesar, lo reconozco, tuve que decir: «No, prefiero ser fiel a Cristo y a su Palabra aunque lo pierda todo, de seguro Dios tendrá algo mejor para mí ya que solo él conoce el fin desde el principio».
El tiempo ha pasado y Dios realmente tenía algo mejor para mí, me ha hecho ministro del evangelio y me ha permitido hacer una obra no solo para esta vida sino para la eternidad. El solo pensar que Dios tiene planes para mi vida y que esos planes son buenos me da esperanza y una razón de ser en este mundo y para el venidero.
Sométete a los planes de Dios y vive para él cada día de tu vida y te aseguro que no quedarás decepcionado.
De la calle «Lodebar» a la calle «Restauración» —Segunda parte—
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
« Mefi-boset comía siempre a la mesa de David, como uno de los hijos del rey». 2 Samuel 9:11
UN DÍA, MOVIDO POR EL ODIO, tomé la decisión de matar a mi madrastra con un cuchillo, pero gracias a Dios me acobardé y no lo hice. Ese día mi papá me dio la peor paliza que se le puede dar a un hijo y me echó de la casa con apenas trece años. Ya en la calle, solo y sin familia, caí en el mundo de la delincuencia. Robo, drogas tatuajes y mucha promiscuidad, ese era mi pan de cada día. Mi vida perdió sentido y llegué a desear la muerte. Muy a menudo pensaba: «Mi vida no vale nada, soy una basura», para colmo de males legalmente ni siquiera había nacido, pues mis padres nunca me declararon, así que tampoco había podido asistir a la escuela.
Mientras vivía en la calle y practicaba la delincuencia varias personas intentaron hablarme de Jesús, e incluso me invitaron a la iglesia, pero nunca me interesé, decía que el evangelio era para gente vieja y que yo debía gozar la vida. Creo que Dios de verdad estaba interesado en mi salvación, porque continuó insistiendo hasta que un día toqué fondo. Intenté suicidarme, pero no lo conseguí, al otro día mi mejor amigo se quitó la vida con la misma pistola que yo había usado para intentar acabar con mi existencia.
Caí en las garras de la depresión, no podía conciliar el sueño, hasta que un día el Señor, al igual que David, preguntó: «¿Hay alguien a quien yo pueda hacer misericordia?». Un joven, llamado Julio César Vázquez respondió: «¡Sí! Hay un joven conocido como «el Toro», está perdido y necesita a Cristo». Ese día Julio me habló del amor de Jesús y me invitó a una serie de reuniones con el pastor Bullón, allí el Espíritu Santo tocó mi corazón y el resto es historia.
El Rey me mandó a llamar. ¡Alabado sea su nombre! Hoy soy un hombre nuevo, Jesús sanó las heridas de mi alma y sacó todo el odio que había en mi corazón. Me reconcilié con mi familia, conocí una joven adventista con la que formé una linda familia y hoy me dedico a predicar y cantar del amor de Cristo.
Dios cambió mi dirección, de la calle «Lodebar» a la calle «Restauración».
De la calle «Lodebar» a la calle «Restauración» —Primera parte—
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«El rey le preguntó: “¿Queda todavía alguien de la familia de Saúl […]? Y Sibá le respondió: “Queda todavía un hijo de Jonatán “¿Dónde está?”, dijo el rey. “En Lodebar” […] respondió Sibá». 2 Samuel 9: 3-4
SOY EL MAYOR DE CUATRO HERMANOS. A los siete años pasé por la traumática experiencia de ver a mis padres separarse como resultado de una infidelidad por parte de mi madre. Recuerdo que ese día mi papá estrellaba todo lo que encontraba a su paso para desahogar su rabia, llegó incluso al punto de golpeamos a mí y mis hermanos.
Al día siguiente, nuestro padre nos llevó a vivir a casa de una tía que vivía en la más extrema pobreza, debajo de un puente a orillas del río. Era evidente que mi papá y mi tía no se llevaban bien, pues por el contrario él vivía cómodo, tenía casa propia, negocio propio y un buen vehículo. Al llegar a casa de mi tía empezamos a pasar mucha hambre, mi padre, por su parte, se refugió en el alcohol y los vicios. Al poco tiempo le embargaron la casa, perdió su vehículo y para colmo fue a parar a la cárcel por dos años. Yo interpreté que todo esto era culpa de mi madre, pues por su infidelidad nuestra vida se había arruinado. Cuando ella iba a visitarnos le gritaba groserías y maldiciones, le echaba la culpa de nuestra precaria situación y la suerte que había corrido mi padre.
Cuando mi padre salió de la cárcel y se volvió a casar pensé que las cosas mejorarían, pero me equivoqué. Ahora el problema era mi madrastra, no me llevaba bien con ella y como resultado de nuestros choques recibí muchas golpizas de mi padre. En poco tiempo el odio que sentía hacia mi madre fue desplazado por el odio hacia mi madrastra. Creo que ya puedes notar el patrón que imperaba en mi vida: el odio. Al igual que Mefi-boset, yo vivía en Lodebar.
Lodebar significa «tierra árida, hostil y seca, donde no crece el pasto», un lugar inhóspito donde se refugiaban los abusados y maltratados por la vida. Así sucede con los que permitimos que el odio controle nuestras vidas, nos marchitamos y nos tornamos hostiles, secos, huecos. Pero te tengo una buena noticia, al igual que a Mefi-boset, un día el Rey me mandó a llamar. ¿Quieres saber cómo? Mañana te lo contaré.
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«El da fuerzas al cansado, y al débil le aumenta su vigor». Isaías 40: 29
La tarde caía y estaba cansada, solo quería llegar a la casa y tirarme en la cama, pero Dios tenía otros planes. Me encontraba colportando en un residencial y mientras me dirigía a tocar la próxima puerta me encontré con un señor en el parqueo de su casa. Le expliqué lo que estaba haciendo en la zona y él, muy encantado, decidió adquirir uno de los libros. Antes de retirarme le pregunté si había alguien más en la casa con quien pudiera hablar, pero me dijo que vivía solo en una habitación y que la dueña de la casa no se encontraba porque su carro no estaba allí. Luego me dijo que no me perdía de nada, ya que ella no era muy amable. Pero después de una pausa me dijo: «Ve, toca la puerta, quién sabe si te contesta».
Me acerqué a la puerta y toqué, a los pocos segundos me abrió la puerta una señora. Me presenté y de inmediato me dejó pasar a su casa, me ofreció comida y comenzamos a platicar. Yo estaba muy sorprendida por la amabilidad de la señora. En medio de la conversación la señora empezó a llorar, le pregunté si se encontraba bien, pero solo me dijo: «Dios no deja de sorprenderme».
Acto seguido me enseñó diversos artículos que tenía a mano. En esos días había estado buscando, junto a su esposo, cómo mejorar su salud por medio del cuidado de su cuerpo. También me dijo que todo lo que le había presentado esa tarde era justo lo que ella necesitaba, pero no sabía dónde lo podría conseguir. Así que para asegurarse de tener siempre a su alcance materiales similares me pidió los datos de la Iglesia Adventista en la zona. Antes de retirarme, le dije que quería orar por ella, pero ella se negó, me dijo que no iba a permitir que yo orara por ella, sino que ella lo iba a hacer por mí, para que no me desanimara y pudiera llevar a más personas las bendiciones que ella había recibido.
Cuando sientas que ya no te quedan fuerzas para seguir haciendo la obra de Dios, para seguir proclamando su mensaje, para seguir siendo un ejemplo en tu entorno, entonces toca la siguiente puerta, háblale a la siguiente persona, da un paso más, que ahí Dios te esperará con los brazos abiertos para convertir tu desánimo en una gran bendición.
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«Entonces el Señor me respondió: “Si regresas a mí, volveré a recibirte y podrás servirme. […] Yo estoy contigo para salvarte y librarte. Yo, el Señor, doy mi palabra”». Jeremías 15: 19-20
Después de largas noches de oración y varios días de ayuno, mi hermano llegó a Estados Unidos, allí se reconcilió con el Señor a través del bautismo. Tiempo después, con mi esposo, tuve el privilegio de visitarlo y justamente ese sábado que lo acompañamos a la iglesia el pastor mencionó que la junta había tomado el voto de nombrarlo anciano. Fue algo conmovedor saber que a Dios no le interesa nuestro pasado. Cuando Dios perdona, restaura y bendice.
Mientras escribo estas líneas mi hermano sirve al Señor como primer anciano en una Iglesia Adventista en Nueva Jersey, donde conoció a una linda joven muy cristiana, con la cual contrajo matrimonio y juntos gozan del placer de ser padres de un hermoso bebé. Dios lo ha bendecido mucho.
Aquel joven que se burló de nuestra fe perdió la vida, al igual que todos sus amigos que estaban involucrados en el negocio de las drogas. Recuerda que la paga del pecado es la muerte. Hay caminos, como dice la Biblia, que nos parecen rectos, pero al final conducen a la muerte. Por eso hoy quiero animarte a tomar decisiones sabias, creo que Dios salvó la vida de mi hermano y lo libró del peligro, pero muchos jóvenes hoy en día no tienen la misma suerte, para muchos la muerte, la enfermedad y la destrucción llegan antes de que puedan tomar la decisión de arrepentirse y entregarse al Señor.
Qué bueno que contamos con la bendición de un Dios amoroso que está cerca de todo el que lo invoca. Tal vez al leer estas líneas estás pasando por un problema y piensas que tu situación no tiene solución. Si ese es tu caso te animo a clamar al Señor, su poder no tiene límites. El es capaz de cambiar nuestra tristeza en gozo. Jamás te va a reprochar por tus acciones pasadas, cuando él perdona olvida para siempre y te hace una nueva criatura.
Si Dios fue capaz de trasformar la vida de mi hermano, el caso imposible, sé que puede hacer lo mismo por ti hoy.
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Yo soy el Dios de Israel y de todo el mundo. No hay absolutamente nada que yo no pueda hacer». Jeremías 32: 27, TLA
UN DÍA, MIENTRAS ESTABA en casa de mis padres, llegó una amiga a visitarme y ella me contó que el mejor amigo de mi hermano había llegado a su casa y le había contado cómo mi hermano estaba despilfarrando el dinero en restaurantes, chicas y negocios ilícitos. Ella le había contestado que Dios tenía planes para mi hermano pero el joven se había burlado de Dios y de la fe de mi amiga.
Cuando mi amiga me contó lo sucedido sentí como una bofetada en la cara, necesitaba hablar con Dios y contarle lo que estaba sintiendo, mi amiga se fue y yo me encerré en mi habitación a orar. No sé cuánto hablé con el Señor, pero sí recuerdo que le pedí algo específico: «Padre, permite que ese joven que se ha burlado de nuestra fe y mi hermano, se den cuenta de que el Dios a quien adoramos es un Dios real».
Un viernes de tarde un hermano de la iglesia me llamó para decirme que un grupo de jóvenes de la capital estaría esa noche en la iglesia y que presentarían una película titulada «La última batalla». De inmediato llamé por teléfono a mi hermano y le supliqué que fuera a la iglesia. «Necesito que veas una película muy importante, luego te preguntaré de qué se trata», le dije para comprometerlo. Aunque la verdad es que yo no había visto la película así que no sabía de qué trataba el filme.
Mi hermano se fue a la iglesia con algunas chicas de la calle. Se sentaron en la última banca. Cuando empezó a ver la película se sintió identificado con uno de los personajes. Llegó a casa y me llamó a su habitación, allí empezó a llorar y me dijo: «Yo soy Lucas, tengo la misma edad de Lucas y estoy haciendo lo mismo que él». Como yo no sabía de qué Lucas hablaba le pregunté: «¿Y qué hace Lucas?». «Está metido en drogas —me dijo—, yo no quiero perderme». Elice una oración con mi hermano y luego nos reunimos con el resto de la familia para decidir cómo podíamos ayudar a mi hermano. Después de discutir el tema decidimos sacarlo del pueblo esa misma noche y luego enviarlo fuera del país. Mañana te contaré el final de la historia de mi hermano.
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«Les digo, ustedes pueden orar por cualquier cosa y si creen que la han recibido, será suya». Marcos 11: 24, NTV
MI HERMANO MENOR TENÍA VEINTIÚN AÑOS. Desde pequeño mis padres lo instruyeron en los caminos del Señor y él participaba en los servicios de nuestra pequeña congregación, donde servía como diácono, a pesar de ser muy joven. El era el menor de los varones, o el hijo número once, para ser más específicos. Como mis padres ya eran de edad avanzada él se encontraba a cargo de la propiedad.
Un día, mi hermano dejó la pequeña aldea, viajó a la ciudad donde mi hermana menor estudiaba y allí se dedicó a los negocios y consiguió nuevos amigos que la familia desconocía. Estas nuevas amistades influyeron para que poco a poco mi hermano se apartara de la fe. Entonces decidí tomar cartas en el asunto y qué mejor manera de hacerlo que orando por mi hermano.
Una madrugada oré mucho por él, más tarde ese mismo día lo llamé para animarlo en la fe pero él me respondió de mala manera, empezó a criticar la iglesia y sus dirigentes, algo típico de los seres humanos, preferimos culpar a otros que reconocer nuestros propios errores. La conversación concluyó y yo quedé muy triste, mi esposo notó que yo estaba afligida y preocupada y me propuso que me fuera un mes a la casa de mis padres, a lo cual accedí con gusto, ya que vivíamos a seis horas de distancia.
Después de estar algunos días en casa de mis padres me di cuenta de que mi hermano no amanecía en casa, muchas veces solo escuchaba cuando se iba con sus amigos, así que llamé a mi esposo y le conté que quería regresar a casa ya que mi hermano era «un caso perdido». Mi esposo me preguntó: «¿Cuánto tiempo acordamos que estarías allí?». «Un mes», le contesté. «Bueno —me dijo—, apenas tienes una semana. Sigue orando que algo sucederá».
¿Crees que ya has orado lo suficiente y no ves a Dios actuar? Por favor no desistas, algo está a punto de suceder, no pierdas la fe.
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«Amo al Señor porque ha escuchado mis súplicas, porque me ha prestado atención. ¡Toda mi vida lo invocaré!». Salmo 116: 1-2
Aunque desde un principio la espada del cáncer se mantuvo colgando sobre mi cabeza, mi esposa y yo vimos cómo Dios actuó en mi favor. Los estudios descartaron la posibilidad de cáncer. La masa en el riñón era un simple quiste, pero todavía los médicos se mostraban sospechosos respecto a la masa en la ingle. ¿Que podría ser?
Fuimos a ver a un médico cirujano que había interpretado una tomografía y que pensaba que no era un tumor lo que tenía ahí. Durante el examen físico descubrió que tenía una pequeña hernia y programó una cirugía menor, por laparoscopia, para el martes siguiente y de paso realizaría una exploración para determinar qué era la masa misteriosa que tenía en la ingle.
Mi esposa y yo oramos e hicimos los arreglos para la cirugía. Mi esposa, al ser enfermera y al trabajar en el centro médico en el que se realizaría el procedimiento, pidió estar presente. Al iniciar el procedimiento se dieron cuenta de que la «masa» tenía prioridad ante la hernia, pues se trataba de un plastrón apendicular. Los médicos y mi esposa estaban sorprendidos y también estaban agradecidos de que no era un tumor. Sin embargo, la sorpresa sería aun mayor.
Mientras se estaba llevando a cabo la cirugía, el cirujano principal descubrió que la apéndice se había reventado unos dos o tres meses antes de la cirugía. Esto fue un impacto para todos, porque no había tenido ningún síntoma hasta que Keyra me había pateado. En algún momento, en medio del trajín de la vida, el apéndice había reventado, pero Dios, de manera milagrosa, había contenido toda la contaminación que implica esta situación. Por lo general, cuando el apéndice explota, la persona muere unas 72 horas más tarde, producto de la contaminación. A esto se le conoce como muerte por septicemia.
Cuando salí del quirófano, tres horas y media más tarde, mi esposa me contó lo sucedido. Al principio no comprendía lo que me decía. Al investigar, llegué a comprender cuán grande había sido la misericordia y el amor de Dios en mi favor. Aquella experiencia cambió mi vida, ya no soy la misma persona, no solo porque ya no tengo apéndice, sino porque experimenté de primera mano la protección divina por medio de «la patada salvadora».