DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo». Jeremías 29: 11
Nací en Francia, en una familia de siete niñas y un niño, y crecí en la década de 1950, justo después de la Segunda Guerra Mundial. Mis padres eran católicos tradicionales, nos enviaban semanalmente a la catequesis, pero ellos no iban a la iglesia salvo para eventos especiales como bautizos, comuniones, bodas y funerales.
Cuando tenía doce años me sentí conmovida por el amor, la vida de sacrificio y muerte de Jesús, pero cuando tenía quince años dejé de asistir a la iglesia. No entendía lo que se enseñaba durante la misa, ya que la realizaban en latín. Al mismo tiempo, buscaba el sentido de la vida. Poco a poco me vi influida por la filosofía existencialista, que era popular en esa época.
Once años más tarde mi vida dio un giro, cuando conocí a mi futuro esposo, que estaba visitando París proveniente de los Estados Unidos —sí, el mismo que te contó su experiencia ayer—. Bajo estas circunstancias providenciales viajé a los Estados Unidos, donde visité a su familia adventista en California. Allí descubrí el mensaje bíblico de la esperanza y la salvación por la fe y la gracia que Dios nos ha enviado a cada uno de nosotros.
Durante el tiempo que estuve estudiando las profecías de Daniel y Apocalipsis con el pastor local, todo el rompecabezas de mi vida, cuyas piezas habían sido esparcidas por todos lados, comenzaron a unirse y a formar finalmente el maravilloso rostro de Jesús. Inmediatamente después de nuestra boda, mi flamante esposo y yo dedicamos nuestras vidas a servir a Dios, primero en Honduras, después en África y por último en la División Interamericana.
Ahora, en la parte final de mi existencia terrenal, pues estoy en mi séptima década de la vida, me doy cuenta de que Dios tiene, desde el principio, un propósito para cada uno de nosotros, tal como lo tenía para mí. Quizás no comprendas las vueltas que da tu vida, ni por qué suceden ciertas cosas, pero más adelante lo comprenderás. Un día mirarás tu pasado y comprenderás que Dios te ha estado guiando hacia un destino glorioso, que él tiene planes de bienestar para tu vida y desea hacerlos realidad.
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365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Dale buena educación al niño de hoy, y el viejo de mañana jamás la abandonará» Proverbios 22: 6
Nací en un hogar adventista, disfruté del estilo de vida cristiano con amigos y familia. Cuando me bauticé, me convertí en la cuarta generación de adventistas de mi familia. Durante mis años de escuela secundaria estalló la guerra de Vietnam. Siendo todavía adolescente, fui reclutado por el ejército y enviado a Corea como enfermero. La vida era incierta, y observar el sábado no era fácil. Algunos de mis comandantes se oponían a darme ese día libre, pero siempre pude adorar a Dios junto a otros creyentes cada semana. En una de esas ocasiones, mi unidad fue atacada en pleno sábado. Estoy seguro de que Dios me salvó la vida ese día.
Después de regresar a los Estados Unidos, retomé los estudios universitarios. Me convertí en lo que yo llamaría un «adventista culto». Al igual que muchos otros jóvenes, mi actitud era: «No estoy seguro de todos los acontecimientos futuros que Dios ha planeado para este mundo, pero voy a vivir una vida honesta y recta y espero que él piense que soy una buena persona».
Con esa misma actitud y visión del mundo, viajé a Europa por primera vez. Estaba impresionado por la belleza y la cultura. Al llegar a un pueblito aislado recuerdo haber pensado: «Quizás si aprendo a arreglar relojes y vivo en este pueblo aislado en la montaña, cuando Jesús regrese, me invitará a irme con él».
Gracias a la providencia de Dios, no me quedé en ese pueblo. Viajé a París, donde conocí a mi futura esposa. Ella era una buena persona proveniente de una buena familia, y cuando comenzamos a estudiar las Escrituras juntos, especialmente las profecías, su entusiasmo resultó contagioso. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba equivocado: no es mi bondad, sino la de Cristo, la que provee una vida plena, tanto ahora como en la eternidad.
Desde ese día, me presenté ante Dios y me dediqué a una vida de servicio y estudio de la Biblia. Alabo a Dios por su misericordia infinita y por su constante invitación llamándonos a su luz maravillosa.
¿Sabías que la Biblia es contagiosa? Hoy te animo a leerla y a experimentar en tu vida el poder transformador de la Palabra de Dios. A mí me llevó de ser un cristiano mediocre a servir en el ministerio. ¿Adonde te llevará a ti?
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Porque el Señor me da fuerzas; da a mis piernas la ligereza del ciervo y me lleva a alturas donde estaré a salvo». Habacuc 3: 19
Ayer empecé a contarte mi experiencia de cuando mi esposa y yo intentamos vender nuestro automóvil. El jueves de mi última semana en ese lugar nos encontramos con la primera persona que tenía interés en el carro, y todo parecía muy prometedor. La señora me preguntó si podía llevar el vehículo a su lugar de trabajo al mediodía para que un amigo suyo pudiera inspeccionarlo, para así determinar si debía comprarlo o no.
Teniendo tan solo dos horas por delante, buscamos un lugar privado donde pudiésemos orar y dar gracias a Dios por lo que estaba haciendo. Condujimos hasta un solitario camino allí y aparcamos el vehículo. Dándonos cuenta de que esta sería probablemente nuestra única esperanza, oramos fervientemente por la venta y le dimos gracias a Dios por adelantado. Sin embargo, ocurrió lo que menos esperábamos. Al concluir la oración, y estar listos para continuar nuestro camino, el vehículo no quiso arrancar. Sentí que todo se hundía y no importaba cuánto orásemos, el coche no arrancaba.
Finalmente, el coche arrancó y nos pusimos en marcha, preocupados y desesperados como estábamos, dándonos cuenta de que el tiempo se agotaba. Encontramos un mecánico y él identificó rápidamente el problema: la batería. Las celdas estaban prácticamente secas; la solución era simple: rellenar y cargar la batería. Funcionó perfectamente, y justo a tiempo, arrancamos el coche y nos dirigimos a la cita, donde la posible compradora y su jefe, que iba a inspeccionar el vehículo, nos esperaban.
Sorprendentemente, la inspección resultó bastante simple. Abrió el capó y comprobó solo una cosa. Se dirigió a la terminal de la batería, la abrió y la observó. Luego se dio la vuelta y le dijo a la compradora interesada, «Conduce el vehículo, si te gusta, cómpralo». ¿Puedes imaginártelo? ¡Vendido! No obstante, no podía ocultar mi curiosidad. «¿Por qué solo comprobar la batería?», le pregunté al caballero. Él dijo: «Porque una batería en buen estado demuestra que ün vehículo ha recibido un buen mantenimiento».
Nuestro Dios tiene un excelente sentido del humor. A pesar de que a veces atravesamos algunas experiencias difíciles, todavía podemos seguir confiando y dependiendo de él.
Al Richard Powell
Director de Ministerios Juveniles de la División Interamericana
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Entonces me llenaré de alegría a causa del Señor mi salvador. Le alabaré aunque no florezcan las higueras ni den fruto los viñedos y los olivares; aunque los campos no den su cosecha». Habacuc 3: 17-18
Acababa de llegar a Cayman Brac, una pequeña isla en las Islas Caimán con muy pocos habitantes: solo mil seiscientos. Mi esposa y yo habíamos comprado cientos de dólares en libros, y los habíamos cargado en el auto y mandado a la isla con la intención de vender los libros y el auto en dos semanas. ¡Cuánta fe!
Todo iba según lo planeado. Los libros se iban vendiendo con rapidez. Había pasado una semana y a pesar de que teníamos un gran cartel de «Se vende» anunciando la venta del vehículo, nadie parecía estar interesado, y eso nos preocupaba. A medida que nos acercábamos al miércoles de la última semana y seguíamos sin ningún comprador o interesado comenzamos a estresamos. El pastor de la iglesia dijo: «No te preocupes; si no consigues venderlo lo cuidaremos por ti», pero necesitábamos el dinero para continuar nuestros estudios en el extranjero.
Aquel miércoles por la noche no aguanté más; estaba muy preocupado porque el auto no se vendía, y el viernes era el último día en el que podía tener lugar la transacción, ya que viajaríamos el domingo siguiente. Sin embargo, esa noche Dios me habló y me preguntó: «¿Por qué estás tan preocupado?». Me retó a que le confiase mi problema y él se ocuparía del resto. Cuando estamos entre la espada y la pared solo hay una cosa que podemos hacer: ¡Confiar en Dios! Así que le confié mi problema. Decidí incluso no hablar más del asunto, y dejar que Dios se encargara de ello; pues era demasiado para mí.
Al día siguiente, cuando iba conduciendo por la carretera, alguien me detuvo. Sorprendentemente, era mi primer interesado, que me pidió que nos viéramos dos horas más tarde. Inmediatamente después mi esposa y yo nos estacionamos en un lugar apartado de la carretera para orar a Dios agradeciéndole por enviamos una compradora. Sin embargo, al finalizar la oración, las cosas dieron un giro inesperado: el vehículo, que había estado funcionado perfectamente, no arrancaba. ¡Vaya momento más inoportuno para tener problemas con el coche!
Mañana te contaré el resto de esta historia, mientras tanto quiero animarte a confiar en Dios en todo tipo de circunstancias, él responde a nuestras oraciones.
Al Richard Powell, Director de Ministerios Juveniles de la División Interamericana
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365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno». Santiago 1: 5
ERA REALMENTE fantástico! ¡No me lo podía creer! Faltaban cuatro estudiantes estadounidenses para completar el cupo de veinticinco, y nos hicieron la oferta a algunos líderes del Caribe, de manera que, a última hora, me aceptaron en el programa de doctorado de la Universidad Andrews.
Yo sabía que iba ser un programa muy exigente, pero estaba decidido a cursarlo. Durante el segundo verano, fui a la Universidad después de asistir a una reunión en la Asociación General; sin embargo, surgieron problemas porque utilicé mi visado de turista en lugar del visado de estudiante. Me dijeron que, según las leyes estadounidenses, no podía matricularme en las clases.
Toda la clase oró por mí, y decidimos que haría los trabajos de clase y me matricularía al año siguiente como estudiante libre. Me reembolsaron las tasas y pude comprar una computadora, indispensable para realizar las clases, aunque no sabía usarla mucho. Entonces, decidí pedirle a Dios que me diera sabiduría para utilizarla correctamente.
Le pregunté a uno de mis compañeros de clase cómo era capaz de escribir sin mirar el teclado, y me dijo que tenía que aprenderme las teclas de memoria. Al día siguiente las aprendí. Le pregunté cómo sabía dónde poner los dedos, y me habló de las teclas de inicio y de la manera de mover los dedos adecuadamente.
Durante los descansos, practicaba constantemente en sus computadoras. Finalmente recibí la mía y continué practicando regularmente. Con un poco de ayuda, pude aprender a dar formato al texto y otras funciones importantes. Fui capaz de hacer solo todas las tareas.
La mayor prueba fue poder redactar mi tesis doctoral. Después de muchos meses de práctica y aprendizaje continuo, pude completar mi tesis y defenderla con éxito. Dios no siempre llama a los capacitados, pero siempre capacita a los que llama. ¿Te falta sabiduría? ¡Pídesela a Dios!
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Para Dios todo es posible». Mateo 19: 26
Me estaba preparando para realizar un viaje misionero a Bolivia y tenía planeado llevar conmigo unos libros misioneros. Me iba de viaje en una semana y decidí llamar a la compañía de envíos para verificar cuándo llegarían. Para mi sorpresa, me dijeron que aún no habían salido de Miami y que se enviarían por barco.
Me puse a orar y dije: «Jesús, necesito esos libros para llevárselos a las personas que necesitan conocer el evangelio en Bolivia. Por favor, haz un milagro y permite que lleguen a tiempo». El lunes llamé a la compañía de envíos y me dijeron que el barco había llegado, pero que sería imposible que tuviera los libros el miércoles para llevármelos el jueves. Llamé a dos hermanas de la iglesia y les pedí que se unieran a mis oraciones, y también compartí el problema con mi tío y le pedí ayuda.
El miércoles llegamos al puerto y, gracias a su ayuda, pudimos recibir el paquete con los libros. Nos acercamos al mostrador para pagar las tasas, pero el cajero dijo: «Lo siento, pero no se pueden llevar ese paquete. La compañía de envíos de Nueva York no ha abonado las tasas que penniten sacar el contenedor del barco». Eran las 12:50 de la tarde y el puerto cerraba en diez minutos. Ni él ni ninguno de nosotros podía hacer nada para acelerar el proceso.
Necesitaba que Dios hiciera un milagro en diez minutos entre Barbados y Nueva York, y estaba decidido a no irme de allí sin esos libros así que, en lugar de orar, decidí alabar a Dios y darle gracias por los libros. Justo a la una, cuando el puerto estaba cerrando, un trabajador acudió a mí y me dijo: «¡Dios está de su parte! Acabamos de recibir el pago y mañana podrá llevarse el paquete de libros a Bolivia».
Lo que parece ser una derrota para cualquier ser humano no lo es para un hijo de Dios, para él todas las cosas son posibles. Mientras confiemos en Dios y no vacilemos, él honrará nuestra fe. Antes de iniciar el día te pregunto: ¿Qué situación te parece hoy imposible? ¡Colócala en las manos de Dios!
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«Antes que ellos me llamen, yo les responderé; antes que terminen de hablar, yo los escucharé». Isaías 65: 24
Después de haber apartado el diezmo solo me quedaron ocho dólares en la cuenta bancaria. Me sentía bien cuando pensaba que era fiel a Dios, pero me preocupaba al pensar que, si surgía algún imprevisto, ya no tendría fondos para hacerle frente.
Esa misma semana me pidieron que moviera un vehículo porque estaba bloqueando la salida de otro auto. No estaba autorizado para hacerlo, pero acepté de todas maneras. Por desgracia, al dar marcha atrás, golpeé a otro vehículo que estaba estacionado y se rompieron las luces traseras. Me había metido en serios problemas, así que hice lo único que podía hacer en esa situación: orar para que Dios resolviera la situación.
No lograba localizar al propietario del otro vehículo, así que dejé mis datos y esperé su llamada aterrado. Unos minutos más tarde, susurré otra oración y luego llamé por teléfono al dueño de nuestro auto. Para mi sorpresa, el dueño era pastor, y no se enfadó cuando le expliqué lo que había sucedido. Estaba dispuesto a negociar las reparaciones y evitar que su compañía de seguros o mis superiores intervinieran en la situación.
Conseguí la pieza de repuesto acudiendo a los distribuidores locales pero, para mi desgracia, costaba cientos de dólares. Sin embargo, Dios ya había intervenido mucho antes de elevar mi oración, e incluso antes del accidente: la pieza de recambio no estaba disponible en el almacén. Cuando finalmente llegó, varios meses después, la organización con la cual trabajaba como voluntario me había contratado. Si eso no fuera suficiente motivo de alegría, también pude conseguir la pieza con un gran descuento.
Realmente el Señor responde antes de que lo llamemos y, mientras le hablamos, él nos escucha.
Hoy compartí mi experiencia contigo porque creo que así como él me ayudó incluso antes de que yo se lo pidiese, sé que también puede hacer lo mismo por ti. ¿Por qué no le das hoy una oportunidad en tu vida! Puede que seas testigo de un milagro incluso antes de pedirlo.
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra». Salmo 121: 1-2
A DIARIO despertamos para enfrentamos a nuevos desafíos, pero pocos sabemos que el día puede verse interrumpido por algo que escape de nuestro control. Como madre joven que soy, llevo a mis niños a la escuela, y paso a recogerlos para volver a casa, como siempre.
Una tarde, cuando llegué a la escuela, una niña de la clase de mi hija corrió hasta mí y me preguntó si estaba buscando a Nicole y le dije que sí. Inmediatamente, corrió hasta la parte trasera del edificio para buscarla, pero no la encontró. Revisé los alrededores del edificio sin resultado alguno. Otro niño dijo: «Las personas de aquella casa se la llevaron». Se trataba de una casa que estaba situada prácticamente dentro del patio de la escuela.
Me dirigí hacia el lugar señalado y llamé a Nicole, pero nadie respondió. Seguí llamando y poco después escuché tímidamente su voz, pero la señora que vivía en la casa no la dejó salir. Me enfadé y empecé a tocar la puerta, pero la señora me respondió: «No está aquí».
Como madre, profesora, amiga y compañera cristiana de mis hijos, en aquel momento no pensé en orar; sin embargo, es lo primero que debemos hacer, pues el Señor atiende a sus hijos cuando lo llaman. Cuando necesitamos ayuda, debemos contemplar las montañas y preguntamos: «¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra» (Salmo 121: 1, 2). Poco tiempo después y con ayuda de la policía y de los amigos que nos rodeaban, logré recuperar a Nicole. Sin lugar a dudas, Dios nos ayuda cuando se lo pedimos.
Qué bueno es saber que si acudimos al Señor, él nos escucha. Hoy te animo a buscarlo siempre, no solo cuando necesites algo de él. He aprendido a planear mi día dejando un espacio abierto para que Dios lo llene.
Que nuestra oración en este día sea: «Señor, ayúdanos a acudir siempre a ti y a glorificarte por medio de nuestras vidas».
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Dediquen toda su vida a servirle y a hacer todo lo que a él le agrada. Así es como se le debe adorar. Y no vivan ya como vive todo el mundo». Romanos 12: 1-2, TLA
Cuando YO ERA adolescente, le pregunté en una ocasión a mi madre, todavía no adventista, cuál era su razón de ser en la vida. Ella me respondió al instante, sin pensarlo un momento: «Yo nací para ser tu madre y la de tus hermanas». Me sorprendió entonces, y aún hoy me sigue sorprendiendo, su claridad de ideas, lo segura que estaba ella de cuál era su propósito en la vida. Aquella fue la primera vez que en mi mente adolescente surgió la idea de que debía tener claro qué era lo que me movía a vivir. Desde entonces hasta ahora todo ha cambiado para nosotras gracias al conocimiento del evangelio, que nos ha proporcionado la única base sólida para el establecimiento de propósitos a largo plazo. Ahora, en ese sentido, camino más segura.
Y tú, ¿cuál es tu razón de ser en la vida? ¿Sabes con qué propósito vives, y centras tus esfuerzos en alcanzarlo? ¿Qué metas te motivan? ¿A qué aspiras como fin último? Si no lo tienes claro todavía, lo más probable es que estés simplemente subsistiendo, desperdiciando tu tiempo. Cumplir con nuestras obligaciones, vivir el día a día de obligación en obligación, eso no es vivir plenamente. Vivir plenamente es tener claro qué huella queremos dejar en el mundo… ¡y dejarla! ¿Qué frutos quieres llevar para la gloria de Dios?
La vida es corta, por eso hay que aprovechar al máximo cada oportunidad, viviéndola con un sentido claro de lo que hacemos aquí y de lo que queremos aportar a este mundo en nuestro paso por él. La mayoría de la gente tiene propósitos egoístas, conceptos de éxito y felicidad personal en los que ponen todas sus miras; pero nosotros, como jóvenes cristianos, damos testimonio de que es posible renunciar a las ambiciones personales para adaptar nuestros propósitos a los propósitos de Dios. Tener éxito personal y cumplir el propósito de Dios en nuestra vida son dos cosas muy distintas.
Que nuestro propósito en la vida encaje dentro de los designios de Dios para la humanidad, pues como escribió Enrique Monterroza: «La vida consiste en permitir que Dios te use para sus propósitos, y no que tú lo uses a él para los tuyos».
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo». Mateo 28: 20
Aveces la vida puede llegar a ser muy dura y, como resultado, muchas veces nos alejamos del Unico que puede protegernos y salvarnos. Debido a los problemas que he enfrentado a lo largo de mi vida, como la pérdida de mi padre y, por poco, la de mi madre, sentí que el mundo no tenía más que ofrecerme y entré en estado de depresión.
Un día escuché a alguien tocar suavemente a la puerta y me sorprendí cuando, al abrir, vi un hombre y una mujer que me saludaron y se presentaron como adventistas del séptimo día. Siempre había sentido curiosidad por los adventistas y sus creencias, así que les invité a pasar. Oraron y nos entonaron algunos cánticos, y al día siguiente por la tarde, nos invitaron a asistir a una campaña de evangelización que se celebraría justo al lado de casa.
Asistimos todas las noches y empecé a sentir que el único que estaba dispuesto a aceptarme con todos mis defectos era Dios. Después de dos semanas la campaña finalizó y, poco después, el pastor nos visitó. Fue entonces cuando le dije que quería bautizarme. Días después, un 15 de febrero, me bauticé.
Poco después, uno de mis maestros anunció que tendríamos que asistir a clases los sábados para sacar buena nota en el examen final de educación primaria. En aquel momento pensé en el voto bautismal en que me había comprometido a guardar el santo día del sábado. Me acerqué al maestro y, sorprendentemente, me dijo: «No hay problema, no quiero ser irrespetuoso con tu religión».
No puedo explicar con palabras lo feliz que me sentí cuando me ofrecieron ir a las clases extra los martes y los viernes por la mañana, en lugar de los sábados. Unos meses más tarde, me senté para tomar el examen y me sentía segura porque tenía fe en Dios; sin embargo, seguía estando nerviosa. Cuando llegaron las notas, vi que había obtenido uno de los cinco mejores resultados de toda la escuela y que podía optar por una beca gracias a mis calificaciones.
Cuando miro atrás, me doy cuenta de que Dios siempre ha estado a mi lado y me alegro de haber tomado la decisión de unirme a la Iglesia Adventista del Séptimo Día.