Yo vi el futuro

DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
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Mi vida en tus manos
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará». Salmo 37: 5, RV95
Hace un tiempo recibimos el sábado en la habitación de hospital donde papá estaba ingresado. «Te quiero mucho, te veo en un rato», le dije al marcharme. «Gracias, y yo a ti», me contestó devolviéndome la sonrisa. Sabía que sería la última vez que nos escucharíamos decir esas frases que tanto nos habíamos repetido.
En enero de 2015 diagnosticaron a mi padre cáncer de colon y, para entonces, la enfermedad ya se había extendido a varios de sus órganos. El pronóstico no era nada bueno, pero el Señor tenía otros planes para él y, desde el día en que fue diagnosticado hasta la mañana de sábado en que descansó, Dios se mostró ante nosotros en forma maravillosa. Puede parecer imposible sacar algo bueno de una situación así, pero puedo garantizarte que, a través de mi padre, yo «he visto» a Dios.
Dependencia absoluta del Señor. Esa fue la actitud que adoptó papá desde el primer minuto. En cada conversación, ante cada noticia médica que recibíamos, en cada experiencia diaria, él solo repetía una frase: «Dios está al control».
Dime, ¿no te parece que esta es una técnica ideal para enfrentarte a los problemas que tienes hoy? No esperes a que la cosa se tuerza demasiado; levántate cada mañana y pon tu vida en manos de Dios, y sentirás que todas las cosas son posibles, que los problemas no son el fin, que no hay por qué rendirse… En fin, Dios se manifestará en tu vida y te susuirará cada día: «Donde tú no llegues, llego yo».
En los veinte meses de batalla, en todo cuanto hizo y dijo, papá mostró confianza plena en Dios. No dejó de reír, de trabajar ni de ayudar. Falleció con una sonrisa dibujada en el rostro y, a pesar del dolor tan desgarrador que siento al escribir estas líneas, yo he decidido seguir su ejemplo y colocar mi vida en manos de Dios.
Sé que veré a mi papá dentro de poco, cuando Cristo venga. Mientras tanto, saber que nuestro Creador lo tiene todo bajo control, que ha pensado en cada detalle, que sufre y se alegra con nosotros y que conoce el porqué de todas nuestras preguntas, constituye una experiencia que no tengo palabras para explicarte; tienes que vivirlo, y hoy te invito a hacerlo. ¿Te animas?
Marta (y Juanjo) Reta, España
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Mientras transcurría la hora de clases repetía la misma pregunta en mi mente: «¿De verdad le importo al Señor?». De pronto supe que la clase había finalizado así que, todavía distraída en mis pensamientos, tomé mis útiles y salí del edificio. El cielo estaba despejado, por lo que se podían apreciar las estrellas titilando en el firmamento. Llamé a mi madre para que me fuera a recoger a la universidad. Me senté en el suelo y me recliné contra una pared mientras veía a mis compañeros salir del salón de clases.
Parecía como si me hubiera adueñado de la universidad, pues no se veía alma alguna en el plantel. Minutos más tarde llegó mi madre y me apresuré a subir al vehículo. Al entrar la saludé con el mismo cariño de siempre, a pesar del cansancio atroz y del hambre que los quehaceres del día me habían provocado. Mientras conducía le conté mi día y a seguidas le comenté la duda que había dominado mi día; «¿De verdad le importo al Señor?».
Al cruzar por las puertas de la universidad mi madre aceleró un poco y continuamos conversando. De repente, escuchamos dentro del carro una voz que dijo: «¡Cuidado! ¡Cuidado!». En ese momento, y a pesar de no haber visto nada peligroso en el camino, mi madre frenó. Giré la cabeza para mirar quién había proferido tales palabras, pero no había nadie dentro del carro, aunque me pareció haber escuchado una voz dentro del vehículo, a nuestro lado. De pronto, el potente rugido de un carro deportivo que pasó frente a nosotros captó nuestra atención. Este carro deportivo cruzó en sentido perpendicular al lugar donde nos habíamos detenido. Después de unos instantes de silencio aterrador mi madre me miró y me dijo: «Dime que tú oíste lo mismo que yo oí». Solo atiné a asentir con la cabeza.
En ese momento mi pregunta recibió respuesta y de forma tan contundente que no me quedó duda alguna. ¿De verdad le importo al Señor? ¡Sí! Tanto que presta atención al más insignificante de mis pensamientos; tanto que aunque soy solo una motita en el vasto universo él se preocupa por mí y me guarda del peligro.
Hoy puedes iniciar un nuevo día con la seguridad de que «si él cuida de las aves, cuidará también de ti».
Kimberley Saint Hilaire
República Dominicana
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Ayer te conté cómo había rechazado una beca para ir a estudiar a Japón, que había sido mi sueño durante mucho tiempo. Bueno, pasaron tres años desde aquel día y jamás me di por vencido, aunque me deprimí bastante porque no sabía cómo alcanzaría mi sueño. Seguí estudiando japonés y asistiendo a actividades de la Embajada Japonesa, allí conocí varios japoneses que me ayudaron a desarrollar mi habilidad en el idioma y a conocer la cultura. Mientras tanto oraba cada vez más para que Dios me ayudara a alcanzar mi meta.
Mi profesor de japonés, Shin, fue una de las personas que más ánimo me dio. Cuando le conté los resultados de la entrevista en la embajada, Shin me consoló contándome varias historias antiguas de Japón en las que los protagonistas se veían en la misma situación que yo, y lograban salir victoriosos.
Mi mayor temor era que la beca tenía un limite de edad: veintidós años. Y esto complicaba las cosas pues ya tenía la edad límite. Llenar los formularios de nuevo era un proceso muy tedioso y no me animaba a participar, aun sabiendo que este era mi último chance. Shin me animó a intentarlo. Hice mi último esfuerzo y di todo lo que tenía. En los exámenes obtuve una de las calificaciones más altas y en la entrevista ya no era el niño recién graduado de secundaria que no sabía qué hacer con su vida. ¡Ahora todo cobraba sentido! ¡Dios me había preparado para ese preciso momento!
Te escribo estas líneas desde Japón, cuatro años después de mi segunda entrevista. Ya finalicé los estudios y ahora trabajo para una empresa en Tokio y he visto cómo Dios ha dirigido mi vida. Cada sábado, cuando asisto a la Iglesia Adventista Central de Tokio, doy gracias a Dios por haber cumplido mi sueño.
Dios tiene el control de todo, aun cuando no entiendas qué está pasando en tu vida. Si piensas que te mereces algo pero Dios no te lo concede, no te desanimes. Tu sueño no se ha dejado de cumplir porque Dios no quiere complacerte, sino porque él tiene algo mucho mejor para ti, y solo con el tiempo lo comprenderás. Mantente fiel a Dios y experimentarás su fidelidad.
Recuerda que el tiempo de Dios es perfecto.
Louis Rodriguez Santos,
Tokio, Japón
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