DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes». Isaías 55: 9, NVI
Desde que tengo uso de razón, a la pregunta: «¿Qué serás cuando seas grande?» siempre daba la misma respuesta: «Seré ingeniero». Desde segundo grado de primaria hasta finalizar la secundaría concebí que mi nombre estaría precedido de las iniciales «Ing.». A fin de lograr mi acariciado sueño, mis estudios secundarios tuvieron un énfasis especial en Física y Matemáticas. Tras concluir la secundaria ingresé a la mejor Facultad de Ingeniería de mi país. ¡En menos de cuatro años sería un flamante ingeniero!
Todo marchaba a la perfección hasta que me tocó tomar unas clases de Matemáticas que se impartían los viernes después de las seis de la tarde y sábados en la mañana. Como sabrás, aquello representaba una prueba terrible para mí. Procuré sobrellevar el asunto hasta donde me fue posible; hablé con los profesores, apelé al departamento de Ingeniería Industrial. En fin… traté de que el sábado no fuera un impedimento para conseguir el sueño de mi niñez.
¿Sabes cómo termina la historia? Mi nombre no inicia con «Ing.». Sí, sé que habrás leído y escuchado los testimonios de muchos a los que Dios sí les obró el milagro y les abrió puertas para que el sábado no les fuera un obstáculo en su transitar hacia el éxito. Sin embargo, en mi caso no hay un«… Y fueron felices para siempre». Todavía recuerdo aquel funesto viernes de tarde cuando, mientras caminaba por la avenida Los Proceres —bañado en lágrimas e inundado de ira—, tiré mis cuadernos, mis libros y mi inestimable calculadora FIP.
¿Por qué Dios no usó su poder para que yo pudiera continuar con mi carrera? ¿Por qué no solucionó lo de mis clases en sábado?. Hablando de los designios de Dios, Pablo dice que «nadie puede explicar sus decisiones» (Romanos 11: 33). El mismo Dios que salvó a Daniel, también permitió que Esteban muriera a manos de sus verdugos. Dios no siempre usa las mismas soluciones para los mismos problemas. Sus caminos son insondables.
Hoy, más de veinte años después de aquel trágico viernes, reconozco que aquellas clases sabatinas tenían un propósito: cambiar el rumbo de mi vida. Dios no quería que yo fuera ingeniero. Desde la eternidad había decidido que yo fuera ministro de su Palabra. Su plan era mucho más grande que el mío.
J. Vladimir Polanco, director de la revista Prioridades
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«Pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse». Isaías 40: 31
Cuando tenía tres meses de edad me diagnosticaron anemia de células falciformes. Como resultado de esta enfermedad, sufro muchos achaques y dolores agudos que pueden durar días, semanas o meses. A veces los dolores son tan agudos que incluso el toque de mi madre me resulta insoportable. Sin embargo, a pesar de los desafíos a los cuales me he enfrentado durante mi niñez, he hecho lo posible por llevar una vida normal.
En 1999 me diagnosticaron síndrome torácico agudo, que se produce por la falta de oxígeno en la sangre, y tuve que recibir una transfusión. Unos meses después sufrí otro ataque y perdí la movilidad en las extremidades; pero gracias a la oración de mis seres queridos, y por la gracia de Dios, recuperé la movilidad en menos de una semana. En 2003 me diagnosticaron de nuevo con síndrome torácico agudo, me ingresaron en la unidad de cuidados intensivos para recibir oxígeno al ciento por ciento y me entubaron. De hecho, los médicos se rindieron conmigo, pero mi mamá repitió las palabras del Salmista: «¿En quién creen ustedes? Mi hijo no debe morir; debe vivir para exclamar las obras de Dios» (ver Salmo 118: 17).
Por la gracia de Dios, me recuperé una vez más. Después de aquel incidente acudía a la clínica durante varios viernes, pues los cambios de tiempo me provocaban dolores en todo el cuerpo. En 2007, cuando una vez más me enfrenté a mi viejo enemigo y lo vencí, exclamé: «Nadie ha hecho el arma que pueda destruirme» (Isaías 54: 17).
Empecé a preguntarle a Dios: «¿Por qué a mí?», pero después empecé a pensar: «¿Por qué no a mí?». Aunque fueron días difíciles y estuve al borde de la muerte varias veces, pero encontré consuelo en el versículo de la Biblia que he elegido para hoy: Isaías 40: 31. El médico me dijo que las personas que sufren mi enfermedad no llegan a los dieciocho años. Hoy ya tengo veintiún años y «¡He de vivir para contar lo que el Señor ha hecho!» (Salmo 118: 17).
Gracias a esta experiencia, he aprendido que no hay situación demasiado terrible como para que Dios no la pueda restablecer. Confía en él. Las promesas y los propósitos de Dios para mi vida son certeros.
Permite hoy a Dios que sea tu esperanza y que renueve tus fuerzas. Yo ya lo hice.
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Grábate en la mente todas las cosas que hoy te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales, y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa». Deuteronomio 6: 6-9
Hace poco, mi hermana empezó a confeccionar modelos exclusivos de ropa, continuando el legado que había dejado nuestra madre, que era costurera. A medida que he ido creciendo me he dado cuenta de que mi madre nos dejó, a mis hermanas y a mí, una herencia mucho más valiosa que el mero conocimiento de cómo confeccionar prendas. Ella nos mostró con su ejemplo lo que era vivir una vida de fe.
En muchas ocasiones, mis hermanas y yo tuvimos que conformamos con muy poquito, para que otra persona, que no tenía nada, pudiera tener algo. Otras veces nos enseñó a «renunciar a nuestros derechos» para alcanzar la paz y, aquellos que la conocieron, pueden afirmar que era una Dorcas moderna. Antes de que conociéramos las palabras de la Biblia, aprendimos de sus acciones lo que conlleva servir a Cristo.
En el libro de Deuteronomio, el Señor nos dice que debemos inculcar su ley en nuestros niños al levantarnos, al acostamos, mientras caminamos y cuando trabajamos. Cuando está grabada en el corazón, la ley no resulta en simples palabras dichas, sino que se hace evidente en cada aspecto de nuestras vidas. Cuando pienso en mi educación, atesoro lecciones que aprendí hace décadas. Las deficiencias de mi carácter salen a la luz y oro para que el Señor realice en mí la transformación necesaria, de manera que sus mandamientos se arraiguen en mi corazón y dirijan mis pensamientos, mis palabras y mis acciones.
«Grábate en la mente todas las cosas que hoy te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos» (Deuteronomio 6: 6, 7). Que el Señor Todopoderoso lleve a cabo la cirugía necesaria para transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne, de manera que podamos dejar un legado duradero al vivir la ley y al desarrollar un cristianismo práctico.
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«Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo». Jeremías 29: 11
Como muchos otros jóvenes cristianos, una de las preguntas más importantes que me he hecho es: «¿Qué planes tiene Dios para mi vida?». Me he dado cuenta de que nos planteamos esta pregunta muy a menudo y, sin embargo, no estamos preparados para escuchar la respuesta. Por ello, planeamos y esbozamos una vida «ideal», aquella que nos gustaría a nosotros vivir, olvidándonos de consultar nuestros planes con Dios y de seguir sus consejos.
Crecí en un hogar cristiano. Mis padres eran miembros de una congregación adventista en la Ciudad de Belice y allí adorábamos al Señor toda la familia. Era mi pedacito de cielo, mientras esperaba el cielo. Sin embargo, mis padres se divorciaron y entonces sentí que mi mundo se derrumbaba. No entendía lo que estaba pasando ni por qué Dios había permitido que las cosas llegaran hasta ese punto. Para mí, la iglesia dejó de ser lo que era, y empecé a asistir más por rutina que por la alegría de adorar.
Continué asistiendo a la iglesia hasta la edad adulta, pero no tenía una relación estrecha con el Señor y no comprendía que los pensamientos y los planes de Dios para sus hijos son mejores que los mejores planes que nosotros podamos concebir.
Mi padre me regaló un libro titulado La gracia de Dios, de Andy Stanley y, leyéndolo, recuerdo que me fascinó saber que la gracia de Dios siempre ha estado ahí para su pueblo, a pesar de que nos da instrucciones claras y a veces no logramos seguir sus pasos. El Señor provee los medios para traemos de nuevo hasta él y nos da segundas y, muchas veces, hasta terceras oportunidades para aceptar sus caminos y sus planes para nuestras vidas.
Poco a poco empecé a ver las cosas desde un prisma diferente, porque entonces entendí que los caminos del Todopoderoso son mayores y mejores que los nuestros y que sus planes para nuestro futuro nos conducirán a un final feliz.
Aunque nuestros ojos humanos no pueden ver más allá del aquí y el ahora, te animo a confiar en el Señor y a vivir con la certeza de que ¡el Dios de lo imposible existe!
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«No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa». Isaías 41: 10
PUEDO SENTIR LA BRISA FRESCA mientras mi mente viaja hasta mi niñez. Finalicé la educación secundaria en ocho años, en lugar de los cinco, que es lo habitual. ¿Cómo pudo ser? Te contaré.
Cursé mis primeros años de secundaria en un instituto y salí de allí sin haber aprobado una sola asignatura y sin haber recibido ningún reconocimiento. Malgasté varios años porque tomé malas decisiones y no escogí bien mis amistades. Todo indicaba que sería otro número en las estadísticas, otro adolescente delincuente, con todas las probabilidades de convertirme en criminal. Mis padres estaban muy decepcionados y habían perdido toda la confianza en mí. No tenían ninguna esperanza; mi futuro les parecía un continuo fracaso.
Fue entonces cuando me ofrecieron una beca para jugar al fútbol en otro instituto. Pensaron que iba a ser una pérdida de tiempo, pues este había sido el principal motivo de mi fracaso la primera vez. Mi tío nos animó a aceptar la beca. ¡Doy gracias a Dios porque mi madre no cesó nunca de orar! Ella creía que aceptar la beca me brindaría otra oportunidad para convertirme en una persona de provecho.
Al principio estaba muy asustado. Ingresé en esta segunda escuela ya en octavo grado, pero esta vez logré finalizar los estudios. Había abandonado la iglesia y había dado la espalda a Dios durante los años en los cuales eché todo por tierra, pero después de tres semanas viviendo la experiencia del nuevo colegio me reencontré con Dios y mi vida cambió. Las palabras de Isaías 41: 10 se convirtieron en la base de mi meditación durante esta segunda etapa y cada día las leía durante mi momento de oración personal. Comencé a predicar en la escuela y me empezaron a conocer como «el predicador».
En noveno y décimo grado recibí el premio al estudiante del año y fui el delegado de la escuela en mi último año escolar. Para mí, el mayor logro fue que Dios me dio la oportunidad de llevar a muchos de mis amigos a los pies de Jesús.
Tú también puedes reclamar las promesas de Dios en tu vida: «No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios» (Isaías 41: 10).
Dios me sostuvo y sé que también puede sostenerte a ti.
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«No son ustedes los que van a pelear esta batalla. Tomen posiciones, estense quietos y verán cómo el Señor los librará. […] No tengan miedo ni se asusten; marchen mañana contra ellos, porque el Señor está con ustedes!». 2 Crónicas 20: 17
La vida con Cristo es toda una aventura! ¡Siempre hay algo nuevo! ¡Nuevas experiencias! ¡Nuevos descubrimientos! ¡Todo es nuevo! No obstante,eso no quiere decir que no haya batallas que luchar, desafíos que superar y dificultades que enfrentar.
Recuerdo que en muchas ocasiones, mientras asistía a la escuela pública, tuve que mantenerme firme en más de una oportunidad con respecto a la observancia del sábado. Hubo una ocasión en la que yo era la voz principal del coro de la escuela secundaria en el Festival Nacional Infantil de las Artes. Este era un acontecimiento importante que abarcaba a las tres islas, y por desgracia, nuestra actuación estaba prevista para el viernes por la noche. Sin embargo, no podía permanecer en silencio acerca de mi fe y expresé mis creencias a la directora.
La directora trató de convencerme diciéndome que solo sería durante quince minutos y que Dios lo entendería, pero me mantuve firme cual árbol en el medio del cauce de un río: no me moverían. Ella incluso intentó hablar con mis padres, quienes le dijeron que hablara conmigo, ya que ellos sabían los valores y principios que me regían. Entonces se acercó al director del centro, quien le dijo, «Si él no asiste, ninguno de nosotros asistirá».
Cuando ella se dio cuenta de mi determinación, comenzó a hablar con el coordinador principal de las islas para negociar un cambio de día: de viernes a jueves; lo que era prácticamente imposible. Sin embargo, lo imposible se volvió posible. El festival y el vuelo fueron reprogramados al jueves, y alabado sea Dios, ¡ganamos el primer lugar!
Cuando nos mantenemos firmes a Dios, él lucha nuestras batallas por nosotros, ¡como hizo por Josafat y por mí! Mantente siempre firme en tus principios y prepárate para la victoria. ¡No estás solo! En todas tus batallas Jesús te acompaña y lucha a tu lado.
¿Contra qué te tocará luchar hoy? No lo sé, pero quiero animarte a hacer de Jesús tu compañero y te aseguro que vencerás hoy y siempre.
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«Antes que ellos me llamen, yo les responderé; antes que terminen de hablar, yo los escucharé». Isaías 65: 24
Me encontraba en una situación bastante común: Necesitaba ayuda económica para mis estudios. En esta ocasión necesitaba dinero para completar mi maestría. Solicité una beca del gobierno, pero cuando entregué la documentación la señora que me atendía me dijo: «No te sientas mal si no la consigues. Las probabilidades están en tu contra. Nunca otorgamos becas a las personas que nos la solicitan por primera vez. Por otra parte, puedes estudiar esta carrera aquí en casa». ¡Imagínate! Incluso antes de que comenzara, ya estaba desanimada.
Mientras llevaba a cabo mis devociones personales me topé con una anotación que había escrito en mi diario hacía algunos años. Acababa de descubrir Isaías 65: 24 y daba las gracias al Señor por su bondad. No podía ser un error que el Señor me recordase ese texto de nuevo. Así que tracé un plan: Decidí orar todos los días durante los dos próximos meses por la aprobación de la beca y para recordarle al Señor su promesa. Cumplí mi promesa y todos los días oré por una respuesta. También pedí a mi madre que orase por mí, y lo hizo.
La fecha límite para la aprobación llegó; era el 24 de agosto a las cinco de la tarde. Esperé al lado del teléfono durante todo el día, asegurándome de responder a todas las llamadas. Vi como pasaban las horas en el reloj, y llegaron y pasaron las cinco. No hubo ninguna llamada telefónica. A pesar de que estaba triste, continué hasta el anochecer, como de costumbre. Sabía que había hecho todo lo que estaba en mis manos, y ahora dependía del Señor. Dejé de contestar el teléfono, y mi madre continuó en mi lugar, ya que yo no quería hablar con nadie.
Eran cerca de las 6:45 de la tarde cuando escuché el sonido del teléfono. Entonces oí un fuerte «¡Aleluya!». Corrí hacia el teléfono y mi madre me lo entregó. Una señora muy emocionada reía mientras me decía, «Nadia, enhorabuena por haber sido galardonada con una beca dél gobierno para terminar tus estudios».
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«“Pero nadie ha hecho el arma que pueda destruirte. Dejarás callado a todo el que te acuse. Esto es lo que yo doy a los que me sirven: la victoria”. El Señor es quien lo afirma». Isaías 54: 17
El 19 DE NOVIEMBRE DE 2013 me disponía a llevar a solicitar el desalojo en una propiedad en alquiler, por lo que tuve que ir a la Corte. Estando allí me dijeron que había sido nombrado para ser miembro de un jurado. Al segundo día, me pidieron que fuese el presidente y portavoz del jurado. Traté de rechazar la responsabilidad, pero uno de los funcionarios me dijo que Dios me había enviado y que estaba seguro de que yo tenía que presidir el jurado.
Después de una semana de juicio, un miembro del jurado comenzó a hablar y comportarse de forma extraña. En la fase final del proceso, intentó sobornar a un grupo de los miembros del jurado para que emitieran un veredicto que no hubiera sido fiel a nuestro juramento de actuar en conformidad con lo que dicta la conciencia. Cuando me enteré de todo, un día antes del final del juicio, de inmediato informé de ello por escrito al tribunal. Cuando estábamos a punto de comenzar con las deliberaciones, sugerí que oráramos para que Dios guiara nuestras decisiones. El miembro que había ofrecido el soborno se abalanzó sobre mí por encima de la mesa. Una vez el veredicto fue pronunciado me amenazó de muerte en presencia de otros miembros del jurado.
A partir de ese día toda mi vida cambió. Ingresé a un programa de protección, tuve que dejar atrás todo lo que amaba y todo lo que había construido, pero allí, lejos de todos y en un lugar oscuro y en oración constante vi que Dios trabaja de una manera que solo podría haber imaginado. Cuando estaba más débil, él me consoló y me hizo entender que ninguna arma forjada contra mi persona iba a prosperar. Por razones obvias no puedo darte muchos detalles de mi persona, pero quiero que al enfrentar la vida hoy lo hagas con la seguridad de que Dios te acompañará y te protegerá, como lo ha hecho conmigo hasta ahora, también quiero animarte a que no coloques tus principios a la venta, mantener la conciencia limpia vale más.
Anónimo
con modificación de algunos detalles de ubicación para proteger la intimidad de las personas
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«Cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla». 1 Corintios 10: 13
Recuerdo que para poder graduarme en la universidad tuve que repetir un examen de una de las asignaturas más difíciles que teníamos. Un día, el profesor reunió a todos los estudiantes que teníamos que repetir el examen y nos anunció que tendría lugar un sábado por la mañana. Tan pronto como se hizo el anuncio me puse en contacto con el director y le expliqué que no podía tomar el examen porque, como ya sabían, era adventista del séptimo día. El director se limitó a decirme que si no podía tomar el examen era mi problema, y que no iba a poder graduarme.
Inmediatamente me dirigí a las oficinas de la iglesia y me dieron una carta del presidente de nuestra Asociación en la que solicitaba que me permitieran tomar el examen durante otro día. Cuando le entregué la carta al director, la rechazó con frialdad. Oré mucho. Mientras dirigía el repaso de la lección de Escuela Sabática con mi clase de adolescentes el sábado del examen, recibí una llamada. Pensé que serían buenas noticias. Tomé la llamada y era el director de la escuela, simplemente me dijo: «Así que no has venido a tomar el examen. Habrías sido uno de los mejores graduados, pero ahora no te graduarás», y colgó. Me quedé inmóvil durante un instante y luego continué con la clase. Seguí orando y no me di por vencido a pesar de que no tenía más posibilidades.
El lunes siguiente, temprano en la mañana, recibí una llamada inesperada de mi profesor pidiéndome que asistiera a la escuela el martes por la mañana. Fui y estuve allí sentado durante un tiempo, orando y esperanzado. Milagrosamente me llamaron para tomar el examen en la oficina central de la escuela. Dios me bendijo con la mejor nota de mi grupo y me gradué con honores.
Isaías 58: 13-14 contiene una promesa: «Respeta el sábado […]. Si haces esto, encontrarás tu alegría en mí, y yo te llevaré en triunfo sobre las alturas del país». Sé que has leído muchas reflexiones y testimonios de otros jóvenes que, como yo, decidieron observar el sábado. Hoy quiero repetirte una gran verdad: Dios bendice a los que guardan sus mandamientos.
El lo hizo conmigo y lo puede hacer contigo también.
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Por eso te pido que me des ahora la región montañosa que el Señor me prometió». Josué 14: 12
He tenido el privilegio de participar en varias campañas de evangelización y he presenciado muchos cambios de vida milagrosos que puedo compartir como testimonios del gran poder de Dios; pero la campaña en More Longue, Granada, merece ser destacada. Esta comunidad tiene sus propios desafíos. Está situada en una zona aislada en la región montañosa de Saint Andrews. No hay transporte público y las carreteras son malas y muy empinadas. Es una comunidad de unas 250 personas, con un alto índice de alcoholismo.
Muchos habitantes del pueblo asistieron a las reuniones de la campaña, incluido Roland L. Charles. Tuve el privilegio de visitar a este señor en repetidas ocasiones. Tenía una edad avanzada y poseía un pequeño negocio que servía a la comunidad. El miércoles de la última semana decidió aceptar a Jesús como su Salvador. Sin embargo, el viernes por la noche nos llamó diciendo que había cambiado de opinión. Supusimos que sus vecinos lo habían convencido de no hacerlo, algo común en estas comunidades pequeñas. Así que fui a visitarlo junto con la hermana Wilma y otro hermano.
Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que había varios hombres y mujeres embriagados afuera de su casa, y una de las mujeres amenazaba con cortar con un machete a uno de los hombres. En cuanto nos reconocieron, uno de los hombres gritó: «¡No se va a bautizar!», haciendo referencia al señor Charles. Incluso mientras estábamos hablando con él, algunos de los hombres le dijeron que no se bautizara.
Se estaba librando una batalla por su alma. Entonces estalló una pelea entre la mujer que blandía el machete y otra persona. Los contendientes llegaron hasta el costado de la casa donde nos encontrábamos. Milagrosamente el machete cayó justo a nuestro lado. La hermana Wilma lo tomó y lo colocó fuera del alcance de los que peleaban, mientras la riña continuaba. Ella y el otro hermano continuaron orando mientras yo seguía alentando al señor Charles. Me retiré de ese lugar con la seguridad de que el señor Charles entregaría su vida a Cristo.
No volví a ver al señor Charles hasta el día del llamamiento para el bautismo, allí estaba él, de pie junto con otras nueve personas de la comunidad. ¡Todos ellos se bautizaron el mismo día!
Hoy Dios puede obrar milagros similares en tu vida. Unicamente debes, como Caleb, pedirle que te dé esa «montaña» que tanto anhelas.