DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
365 VIVENCIAS DE JÓVENES COMO TÚ
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Haz lo recto y lo bueno a los ojos del Señor, para que te vaya bien y entres y tomes posesión de la buena tierra que el Señor juró dar a tus padres». Deuteronomio 6: 18, RVC
A lo largo de mi vida he experimentado la protección divina de diversas formas, también he enfrentado pruebas y desafíos, especialmente con relación al sábado. Observar el día de reposo bíblico hizo que obtener un título universitario me resultara sumamente difícil, pero gracias a Dios lo logré. Luego tuve que buscar un trabajo que me permitiera guardar el cuarto mandamiento.
Con la ayuda de Dios conseguí un empleo donde trabajaba de lunes a viernes. Todo iba bien hasta que empezaron a cambiar algunas normas: programaban capacitaciones en sábado o extendían el horario de trabajo hasta fin de semana. La situación se fue haciendo cada vez más difícil hasta que en una oportunidad fui citada ante mis superiores para explicar por qué no asistía a las capacitaciones sabáticas. Al escuchar mis razones se burlaron de mí, me dijeron que la religión no era una causa válida para faltar al trabajo y se burlaron de mí.
Continué en el trabajo, orando y pidiéndole a Dios que fortaleciera mi fe. Al cabo de unos días me notificaron que me suspenderían durante cinco días sin derecho a salario. Más adelante falté a otra capacitación y me suspendieron por ocho días, el máximo que podían suspenderme.
Pasé varias noches angustiada, no quería perder mi empleo, pero tampoco quería fallarle a mi Dios. Recibí la notificación de que si faltaba a una capacitación más podría ser despedida sin derecho a prestaciones. Después de varios días de tensión tomé la decisión de renunciar a mi trabajo. Es difícil tomar una decisión así, especialmente después de haber trabajado en el mismo lugar durante más de quince años, pero hacer «lo recto y lo bueno a los ojos del Señor» vale más que todo el oro del mundo.
Doy gracias a Dios por la decisión que tomé. Me quedé sin empleo pero tengo la conciencia limpia ante mi Dios, eso es lo más importante para mí.
Sé que hoy tienes planes y metas, anhelas marcar la diferencia en el mundo, la mejor manera de lograrlo es obedeciendo a Dios, haciendo esto te irá bien.
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Dios me enseñó a consolar a los que están afligidos y cansados.Me despierta todas las mañanas, para que reciba sus enseñanzas como todo buen discípulo». Isaías 50: 4, TLA
SE HA ABIERTO LA OPORTUNIDAD de una beca universitaria en el extranjero». Esa fue la noticia que escuchamos del primer anciano de nuestra iglesia. «¿Qué carrera ofrecen?», preguntamos muy entusiasmados. «Licenciatura en Teología —fue su respuesta—. Eso significa que si alguno de ustedes califica para la beca será un siervo de Dios, un pastor». «¿Y qué hay que hacer?», preguntó un joven interesado. El dirigente respondió: «Debe viajar el lunes a llenar la solicitud y entrevistarse con el pastor encargado del plan». Viajar más de 250 kilómetros hacia la capital de Guatemala en un autobús que partía a las dos de la mañana, ¡vaya desafío! Así que la oferta quedó en el aire.
El domingo por la noche, de todos los jóvenes que se mostraron interesados, ninguno quiso asistir a la entrevista. Para ser sincero debo confesar que yo tampoco estaba muy interesado. El anciano me preguntó: «¿Viajarás a la entrevista mañana?». Contesté que no, alegando que no tenía el dinero para el boleto de autobús. «Eso no es problema —dijo—. Aquí lo tienes» y me entregó el dinero necesario.
Creí no tener excusa. Llegué a casa y a la hora de dormir, como de costumbre, oré, pero esta vez mi oración fue distinta: «Padre, si es tu voluntad que viaje a la entrevista te pido que me despiertes a la 1:45 am, no activaré la alarma. Será como una señal de tu aprobación. Gracias Señor por escuchar mi oración, en el nombre de Jesús, amén».
El texto de hoy dice: «Me despierta todas las mañanas». Efectivamente así sucedió en mi caso. Exactamente a la 1:45 abrí los ojos como si hubiese dormido una noche completa, Mientras viajaba esa madrugada comprendí que Dios es real, puntual y responde conforme a su voluntad. Obtuve la beca y mientras estudiaba Teología Dios confirmó de muchas maneras que él me había escogido para ser pastor. Hoy llevo más de veinte años sirviendo a Dios y he sentido su dirección en cada momento del camino.
¿Te gustaría hoy que Dios guíe tu vida! Te invito entonces a pedir su dirección y él te mostrará el camino no solo hoy, sino «todas las mañanas».
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas que tú ignoras». Jeremías 33: 3
MIS PADRES SE SEPARARON antes de que yo naciera, mi madre luchó para que no nos faltara nada y aunque no asistíamos ,a ninguna iglesia recuerdo que nos enseñó a amar y obedecer a Dios. Con el tiempo mi mamá se bautizó en la iglesia católica, mis hermanos y yo seguimos sus pasos y también nos bautizamos.
Después de un tiempo mi familia dejó de asistir a la iglesia, solo asistíamos mi abuela y yo. Los domingos ayudaba en la misa y mis amigos me animaron a convertirme en sacerdote. Cumplí con uno de los requisitos: la Confirmación, así que estaba casi listo para tomar la decisión.
En ese momento mi vida dio un giro inesperado que, viéndolo en perspectiva, puedo atribuir a Dios y su voluntad. Mi papá me ofreció costearme la educación secundaria. Aceptar esa oferta implicaba desistir de mis aspiraciones al sacerdocio, así que al final acepté la propuesta de mi padre.
En el colegio conocí una señorita, nos hicimos amigos y luego novios. Todo iba bien hasta que me invitó a su iglesia, al principio asistía solo por complacerla, pero pensaba que estaba actuando mal, así que empecé a negarme cuando me invitaba a su iglesia. Nuestra relación empezó a deteriorarse y empezaron las discusiones. Un día me entregó una carta, decía lo mucho que me amaba pero que no podíamos continuar, citó 2 Corintios 6:14. Esa noche me quedé pensando en el versículo. Por primera vez oré a Dios pidiéndole una respuesta.
El 15 de diciembre de 2012 entregué mi vida a Cristo por medio del bautismo por inmersión. Mi abuela, sin embargo, no aprobó mi decisión, me dijo: «Cambiaste a Dios por una mujer», sin embargo la paz que sentí cuando fui bautizado da testimonio de que, al contrario, conocí a Dios por una mujer.
Hace ya tres años que entregué mi vida a Jesús. Dios me ha bendecido en mis estudios universitarios, tengo un buen trabajo y mi relación con mi familia ha mejorado significativamente. Hoy oro para que mis padres también pasen a formar parte de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y quiero animarte a que confíes en Dios, así como él me trajo a su iglesia y me ha mostrado que tiene grandes planes para mí, sé que también hará lo mismo por ti.
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«Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo». 2 Timoteo 2: 13, RV95
Recuerdo que hace unos años en mi familia experimentamos la peor crisis económica que puedo recordar. Ni mis padres ni yo teníamos trabajo, pues todas las ofertas implicaban trabajar en sábado.
Después de soportar esta situación durante un tiempo me desesperé y tomé la decisión de trabajar aunque ello implicara violar el sábado. Nada me importaba, solo quería tener un trabajo y poder suplir para mis necesidades, así que asistí a una entrevista de trabajo donde, de doce aspirantes, seleccionaron tres, entre esos tres me encontraba yo. Cuando me dijeron que me habían seleccionado me emocioné mucho, el único problema era que tendría que trabajar en sábado, sin embargo acepté la oferta y dije que podía empezar en cualquier momento. Estaba contenta y al llegar a casa le conté a mi familia de mi «buena suerte», pero a mi madre no le agradó la noticia y trató de convencerme de mi error, pero yo estaba decidida a trabajar sin importar mis principios.
Aunque al principio me mostré rebelde y terca, agradezco a Dios que al final mi madre me hizo entrar en razón. Llamé a la compañía y rechacé la oferta de trabajo alegando que mis principios no me lo permitían. La persona se molestó y me dijo que no volvería a tomarme en cuenta, sin embargo, sentí paz en mi corazón.
Tres días después recibí una llamada donde me pedían asistir a una reunión de trabajo, mientras conseguían a otra persona. No tenía dinero para asistir a esa reunión, pero mi madre lo consiguió y pude asistir. Durante la reunión expresé mi deseo de trabajar, expuse mis principios y dije que si me permitían tener el sábado libre estaba dispuesta a trabajar horas extra para compensar. El gerente se sorprendió de mi propuesta y me dijo que no había problema si alguien me sustituía los sábados. Mi jefa hizo los arreglos y gracias a Dios trabajé allí durante cinco años y medio. Puedo confirmar las palabras de nuestro Señor Jesús: «Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas». (Mateo 6: 33, NVI).
Después de esta experiencia mi vida espiritual dio un giro, ahora confío más plenamente en Dios. Hoy te animo a que pongas a Dios en primer lugar en todas tus decisiones y verás que él es fiel.
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Lecturas devocionales para Jóvenes 2018
«Hasta los jóvenes se debilitan y se cansan, y los hombres jóvenes caen exhaustos. En cambio, los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas; volarán alto, como con alas de águila. Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán». Isaías 40: 30-31, NTV
Crecí asistiendo a una iglesia pentecostal y con el deseo de convertirme en pastor. Más adelante nos trasladamos a otra zona de la Ciudad de Guatemala y allí asistíamos a otra iglesia dominical, siempre con la meta de llegar a ser un pastor. En 1980 inicié mis estudios de Arquitectura. Durante ese mismo año, gracias a mi padre, conocí el mensaje adventista y me bauticé. Debo confesar que al principio no fue fácil adaptarme al cambio, pero luego de cuatro años comencé a participar de forma activa en las actividades de la iglesia y otra vez el deseo de convertirme en pastor renació en mi interior.
Dejé de estudiar por los problemas con el sábado y dificultades financieras. Empecé a colportar con el objetivo de matricularme en la Facultad de Teología, pero mi padre se opuso porque deseaba que continuara en la carrera de Arquitectura. Empecé a trabajar haciendo rótulos, Dios bendijo el negocio y me casé. En 1991, siendo anciano y director de Ministerios Personales de mi iglesia, me ofrecí como voluntario para iniciar una nueva congregación, esa experiencia despertó una vez más mi deseo de convertirme en pastor.
En 1993 mis hermanos menores ingresaron a la facultad de Teología, pero yo no pude hacerlo. Me sentí frustrado, ahora ya tenía dos hijas, invertí mis ahorros en la compra de un autobús y pensé en utilizarlo para ayudar a mis hermanos, pero Dios tenía una lección para mí. El 12 de mayo de 1993, durante unas protestas, quemaron siete autobuses, incluyendo el mío. Cuando me enteré entendí que Dios no quería que simplemente «ayudara» a mis hermanos sino que le dedicara mi vida a él por medio del ministerio pastoral. Me fui a mi casa y oré: «Señor, estoy listo, solo dame la orden».
En julio de ese mismo año (1993) inicié mis estudios, finalicé en 1997 y mi experiencia en los siete distritos que he pastoreado me ha demostrado que Dios está al control de todo, su tiempo es perfecto.
Ai iniciar un nuevo día quiero animarte a colocar tus planes en las manos de Dios, confía en él, y tendrás nuevas fuerzas para alcanzar tus metas.
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«Encontrar esposa es encontrar lo mejor: es recibir una muestra del favor de Dios». Proverbios 18: 22
En un congreso de jóvenes conocí a una señorita muy especial con quien cultivé una hermosa amistad. Con el tiempo, nuestra amistad creció y nos hicimos novios. Estaba muy enamorado de ella y con solo verla sonreír sentía todo tipo de emociones.
Yo cursaba mi último año de la secundaria cuando nos hicimos novios, y el próximo año tenía planeado estudiar Teología. Comencé a colportar para reunir los fondos necesarios para costear mi carrera. Cuando había colportado durante tres meses me llegó la noticia de que se abriría un plan especial para estudiar Teología. Este consistía en trabajar como pastor y al mismo tiempo estudiar. Lo mejor de todo es que no tendría que salir del país por mucho tiempo, y esto sí fue una gran noticia.
Esta situación fortaleció mi noviazgo mucho más, leimos muchos libros juntos, y esto nos ayudó a comprendernos mejor y a crecer. Participábamos juntos en las actividades juveniles de la iglesia, los campamentos, las caminatas, los retiros, congresos y campañas juveniles. Siempre fuimos muy activos en las actividades de la iglesia, y eso nos ayudó a crecer espiritualmente.
Siempre me sentí apoyado por ella, incluso cuando tuve que viajar por más de un año para finalizar mis estudios. Gracias a Dios, cada cuatro meses pudimos vernos durante una semana. Cuando por fin llegó el momento de tomar la decisión de casamos; pero no queríamos dar este paso sin estar seguros. Así que como un moderno «Gedeón», le pedí pruebas concretas a Dios (cuatro, para ser precisos). Dios respondió positivamente a cada una de ellas, de tal manera que no hubo duda en nosotros de que era la voluntad de Dios unir nuestras vidas.
Mi esposa es una bendición de incalculable valor para mí. Dios ha bendecido nuestro ministerio y nuestras vidas y también nos ha dado un precioso hijo. No me queda duda de que «Encontrar esposa es encontrar lo mejor: es recibir una muestra del favor de Dios» (Proverbios 18: 22).
Si estás buscando pareja quiero animarte a colocar a Dios en primer lugar y seguir los consejos de su Palabra, así podrás tener éxito al tomar esta decisión tan importante.
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«Amados hermanos, oren por nosotros». 1 Tesalonicenses 5: 25, NTV
SÉ QUE NO ES FÁCIL hacer esta pregunta a un desconocido en la calle, sin embargo aquel día de verano, mientras colportaba, decidí preguntarle a las personas que encontrara: «¿Puedo orar por usted?» y dejar que el Espíritu Santo se encargara del resto.
Mientras caminaba por una calle que parecía infinita entré a una tienda de ropa para damas. Allí vi a dos señoras que se asustaron al verme y una de ellas dio unos pasos hacia atrás. Luego me preguntaron: «¿En qué le podemos ayudar?». Me presenté y les comenté lo que estaba haciendo en la zona (presentando libros de salud, de Jesús, para niños y demás). Siempre empezaba hablando de la salud y luego pasaba hablar de cómo Jesús se preocupa incluso por el cuidado de nuestro cuerpo y ahí presentaba los libros del mensaje de Jesús.
En esa ocasión, sin haber terminado mi presentación, una de las señoras me detuvo y me dijo: «No nos interesa». Fue entonces cuando dije: «¿Puedo orar por ustedes?». Ella replicó: «Claro». Cuando terminé mi oración pude ver a las señoras llorando y una de ellas me dijo: «Desde que entraste supe que no estabas sola. Me sorprendí al verte, porque en ese momento mis oraciones recibieron respuesta. Yo le había pedido al Señor que me diera una señal, pues necesito tomar una decisión y al entrar me di cuenta de que no estabas sola».
No pude contener las lágrimas y tomé un momento para platicar con ellas. Allí supe que ambas eran cristianas, una era pastora y la otra estaba pasando por una situación muy difícil. No conocían la Iglesia Adventista, sin embargo quedaron muy encantadas con nuestros materiales y el mensaje que predicamos. Mientras me despedía la pastora me dijo: «¿Te digo cuál fue la diferencia entre el “no” que te había dado y esta linda experiencia? Que tú preguntaste si podías orar por nosotras». Quizás no necesitas el mismo escenario que se me presentó para hacer lo mismo y orar por alguien. Cada día te rodeas de personas cuyo día puede cambiar con una simple oración tuya.
Permite que Dios te use para llegar a esas personas que necesitan conocer de él.
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«Por tu nombre, Señor, ¡hazme vivir! Porque eres justo, ¡sácame de la angustia!». Salmo 143: 11
¿CUÁL ES LA MEJOR NOTICIA que has recibido? Para mí fue la que recibí durante mi segundo año de matrimonio: «¡Vas a ser papá!». A partir de ese momento empecé a cuidar y consentir a mi esposa, pues el embarazo trae una serie de cambios que no siempre resultan placenteros. Recuerdo que en ocasiones tuve que salir a toda prisa a buscarle algún plato que se le antojaba a mi esposa a las horas más extrañas que te puedes imaginar. También me tocó llevarla al médico para sus chequeos y escuchar los consejos de nuestros familiares. En fin, fue una experiencia inolvidable.
Durante un chequeo médico, el doctor nos dijo que mi esposa corría el riesgo de abortar. Mientras le practicaban un ultrasonido escuché por primera vez esta expresión:
«Embarazo ectópico». ¿Qué significa eso? Es un embarazo que se desarrolla fuera de la matriz (útero) y supone una amenaza de muerte para la madre y para la criatura.
Imagina lo triste y preocupado que estaba, tanto por mi esposa como por mi hija. Fueron días difíciles. Mi esposa empezó a sufrir sangrados, tuvo que guardar reposo absoluto e incluso estuvo ingresada en un centro médico para vigilar que no se moviera de la cama. Mientras tanto familiares, amigos y hermanos de la iglesia elevamos nuestros ruegos a Dios. Algunos se mostraban optimistas mientras que otros se prepararon, e intentaron preparamos para lo peor.
Recuerdo que en una ocasión oré: «Señor, mi bebé es tuyo. Tú eres mi médico».
Pocos días después de elevar esta plegaria el sangrado de mi esposa se detuvo, así que la llevé al médico para que le practicaran otro ultrasonido. No le comentamos nada al técnico y simplemente esperamos el diagnostico. Lo único que nos dijo fue: «Todo está normal».
Hoy, mientras escribo estas líneas estoy lleno de felicidad, al recordar la misericordia de Dios. Hoy precisamente, 27 de octubre, mi hija Alondra cumple tres años de edad.
No sé qué te ¡preocupa, no conozco tu historia, pero sí quiero animarte a confiar en Dios, en su Palabra y en su poder. El puede sacarte de la angustia, darte una vida nueva y mostrar su poder a través de ti. ¡A él sea la gloria!
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«Pero todo esto, que antes valía mucho para mí, ahora, a causa de Cristo, lo tengo por algo sin valor». Filipenses 3: 7
Me enamoré locamente de Jesús cuando tenía tan solo quince años y en contra de toda mi familia decidí bautizarme. Ese mismo año terminaba mi bachillerato, así que debía comenzar la universidad, pero como sucede muchas veces, algunas cosas que consideramos bendiciones pueden ser en realidad obstáculos en nuestra vida espiritual. Recibí del gobierno una «beca H», o sea, una beca de honor. El gobierno me pagaría por estudiar biología marina en la Universidad Nacional, así que empecé a estudiar.
Mientras cursaba el segundo año de carrera el ambiente empezó a tornarse pesado, mis compañeros alumnos y los maestros, ateos en su mayoría, se burlaban de mí por creer en un Dios presente, creador y sustentador. Por lo tanto, decidí no continuar en un ambiente que pudiera minar mi fe. Así que tomé la decisión y antes de llegar a casa tiré mis libros y cuadernos.
Al llegar, compartí con mi hermana mi decisión. Me dio una gran reprimenda y me obligó a regresar y recoger mis libros, lo que tuve que hacer por ser menor. El ambiente en la universidad se volvía cada día más hostil hasta que ya no pude soportarlo y un día, al pasar por un puente lancé mi mochila con todos los libros hacia abajo. Ya no me mandarían a recogerlos. Al llegar a casa declaré con firmeza que me iría a la Universidad Adventista de Centroamérica.
Dos semanas después, cuando ya creía que había ganado la batalla y que mi familia había aceptado mi decisión, llegó mi hermana con la embajadora de Italia a entregarme una beca completa para seguir mi carrera en Italia. Eso significaría abandonar mi fe. ¿Qué hacer? Con la débil fe de una jovencita de diecisiete años me aferré a Filipenses 4: 13 y decidí enfrentar a mi familia, rechazar la beca e irme a UNADECA. Mi hermana, atea también, me dijo: «Creí que eras inteligente, no vas a llegar muy lejos con esas ideas».
Los años han pasado y alabo a Dios porque me fortaleció al tomar esa decisión, no solo terminé mi licenciatura, sino que también logré proseguir mis estudios y hoy tengo un doctorado.
Así de simple, así es Dios, él siempre multiplica sus bendiciones cuando nosotros restamos lo que el mundo nos ofrece.
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«El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido». Lucas 19: 10, RV95
SIEMPRE QUE LEO las parábolas de la oveja perdida y del hijo pródigo pienso en el gran amor y la infinita misericordia que el Padre celestial tiene por cada uno de nosotros, y lo sé porque lo he experimentado de primera mano. Recuerdo vagamente un acontecimiento que siempre sale a relucir en las reuniones familiares. Cuentan mis hermanos mayores y mis padres que cuando yo era pequeño me extravié durante una visita que hicimos a unos familiares en la ciudad de Acapulco. Mis padres debían resolver algunos asuntos y me dejaron al cuidado de unas tías. Cuando regresaron, unas horas más tarde, se enteraron de que había salido a la calle tras ellos, sin avisar y con la idea infantil de hallarlos por mi cuenta.
Mis tías emprendieron la búsqueda de inmediato y después de varios minutos de angustia, que parecieron horas, me encontraron en casa de una amable señora que me resguardó hasta que ellos llegaron. Lo único que recuerdo es que cuando vi a mi padre comencé a llorar y corrí a abrazarlo.
En la época de fin de año es nuestta costumbre platicar sobre eventos familiares del pasado. En una de esas ocasiones alguien le preguntó a mi padre qué habia sentido aquella vez que me perdí. «¡Me volví loco! ¡Sentí que si no lo hallaba, me moriría», contesto él.
Aunque ya soy un adulto, y también soy padre, me estremecí al escuchar su respuesta. ¡Cuánto me ama mi padre! Aunque no es muy común escucharle decirlo, ni es el ser más expresivo, sé que haría todo lo que esté a su alcance por mí. Lo sé porque lo mismo haría también yo por mi hija.
Asi es también el amor del Padre celestial por ti y por mí. Cuando nos extraviamos del camino de la vida ¡él también se vuelve loco! No soporta la idea de perdernos y por eso nos busca incesantemente hasta hallamos.
Ya no te escondas de él, en el laberinto de tu rutina de trabajo y tus tantos enajenantes asuntos diarios. Regresa al padre, pide su ayuda, dile: ¡aquí estoy, sal a mi encuentro!