Una «dictablanda» muy dura
«Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres». Hechos 5: 29
Hasta 1975 en España todas las monedas llevaban el rostro del jefe del estado rodeado de una inscripción que decía: «Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios». Por eso los historiadores, a la dictadura que duró desde 1936 a 1976, la califican de «nacionalcatólica», por analogía con la nacionalsocialista o nazi, de la cual fue la española aliada en la Segunda Guerra Mundial.
En los años cincuenta yo no pude ir a una escuela pública gratuita porque para poder matricularse en una era necesario presentar la fe de bautismo católico. Fui expulsado de una escuela primaria para superdotados becados de Barcelona, y luego de la Universidad Laboral de Tarragona; pues, no solo era obligatorio asistir en sábado a clase, sino que los domingos era obligatorio asistir a misa, y se llevaba registro de los que se confesaban y comulgaban.
Las iglesias adventistas eran toleradas, pero no podían imprimir libros como El conflicto de los siglos, ni aun los folletos de la Escuela Sabática, que se consideraban propaganda subversiva. En los años setenta España ya era más bien una «dictablanda». Pero el 20 de diciembre de 1973 fue asesinado el que iba a ser el heredero del general Franco, el almirante Luis Carrero Blanco, entonces la dictadura se endureció. Poco antes de su muerte Carrero había decretado que los actos de juramentación militar se tenían que realizar en el marco de una misa católica. Y precisamente el 15 de enero de 1974 yo fui llamado a cumplir el servicio militar obligatorio.
Yo estaba preparado a ir incluso a la cárcel por no tener que violar el sábado. Sabía que antes de mí habían sido encarcelados varios jóvenes adventistas por ser fieles en la observancia del sábado, sin embargo ya hacía muchos años que ningún cristiano tenía problemas para jurar bandera sin misa y en privado.
Yo había tenido, años antes, la oportunidad de mudarme a Francia y librarme del servicio militar obligatorio, pero no lo hice; pues consideraba que el Señor me había puesto en España para ser su testigo y no había que huir frente al peligro. Mañana continuaré con mi historia pero quiero que te preguntes: ¿Dónde te ha colocado el Señor? ¿Dónde tienes la oportunidad de ser un testigo?
Eloy es un buen día para que allí donde estás seas una luz para los demás.
Francesc X. Zelabert
Vicepresidente editorial de IADPA
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