Cuando la vida te arrolla
“No tenga tu corazón envidia de los pecadores, antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo” (Proverbios 23:17).
Carlos A. de Sousa López (atleta oriundo de Portugal) no imaginó que el 27 de julio de 1984 sería atropellado por un auto en Lisboa, ¡justo 16 días antes de la fecha en que tenía que competir en la maratón de los juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984!
Las lesiones no fueron tan graves, pero le imposibilitaron entrenar durante ese tiempo. ¿Sabes cuándo recién pudo volver a correr? ¡El mismo día de la carrera! Por eso, todos estimaron que no sería parte de la prueba. No había ninguna chance de correr; ni pensar, siquiera, en obtener alguna presea. Además, había un agravante: De Sousa López nunca había ganado una carrera de 42 kilómetros.
Pero el 12 de agosto de 1984 ocurriría un milagro, pocas veces visto en la historia del deporte olímpico. En una atmósfera calurosa, lesionado y sin entrenar, el portugués ganó la prueba con récord olímpico: 2 horas, 9 minutos y 21 segundos. Este récord fue superado recién en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.
¿Qué hubieras hecho tú, en lugar de Sousa López? ¿Te habrías arriesgado a correr? Este atleta no tenía todas las circunstancias a favor; mejor dicho, no tenía ninguna. Pero, decidió seguir intentando. Una circunstancia externa y ajena a él lo colocó en una situación terriblemente injusta y totalmente inmerecida.
Si piensas que la vida te arrolla, sigue adelante…
Si piensas que todas las circunstancias están en tu contra, sigue adelante.
Si piensas que, humanamente, es imposible, sigue adelante.
Una antigua publicidad de zapatillas deportivas tenía un afiche con esta frase: “Cuando no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa bastón. Pero nunca, nunca, nunca te detengas”.
Hoy puede ser un día histórico. Deshazte de la victimización y abrázate a la perseverancia. Desecha las excusas. Nunca te des por vencido. Nunca te detengas. Haz tuya la oración del salmista: “Mas tú, Jehová, ten misericordia de mí, y hazme levantar” (Sal. 41:10).
“La perseverancia en la oración se ha constituido en una condición para recibir. Debemos orar siempre si queremos crecer en fe y en experiencia” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 83). PA
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