“El Hombre En La Arena”
“‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente’, y: Ama a tu prójimo como a ti mismo’” (Lucas 10:27, NVI).
Theodore Roosevelt, uno de los mejores presidentes de los Estados Unidos, es recordado por su personalidad avasallante, su amplitud de intereses y logros, y su liderazgo del Movimiento Progresista de Reforma Social. Sus logros como naturalista, explorador, cazador, escritor y soldado contribuyeron a engrandecer su figura.
El 23 de abril de 1910, Roosevelt ofreció en La Sorbona, París, un discurso titulado “Ciudadano en una república”. Un pasaje destacado de su discurso, de 35 páginas, es conocido como “El hombre en la arena”. El famoso fragmento dice: “No es el crítico el que cuenta, ni aquel que señala cómo el hombre fuerte tropieza, o cuándo el autor de una obra podría haberlo realizado mejor. El mérito recae exclusivamente en el hombre que se halla en la arena, aquel cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre, el que lucha con valentía, el que se equivoca y falla el golpe una y otra vez, porque no hay esfuerzo sin error ni limitaciones. El que cuenta es el que de hecho lucha por llevar a cabo las acciones, el que conoce los grandes entusiasmos, las grandes devociones, el que agota sus fuerzas en defensa de una causa noble, el que, si tiene suerte, saborea el triunfo de los grandes logros y, si no la tiene y falla, fracasa al menos atreviéndose al mayor riesgo, de modo que nunca ocupará el lugar reservado a esas almas frías y tímidas que ignoran tanto la victoria como la derrota”.
Cuán ciertas estas palabras. Bien pueden aplicarse a la realidad de nuestra iglesia. Frecuentemente, sucede que un reducido grupo de hermanos dedica su tiempo y sus dones al servicio de la iglesia, mientras que muchos llegan al templo y se sientan como espectadores. Generalmente, quienes menos hacen son aquellos que acusan, critican y señalan los errores de quienes sí trabajan.
El verdadero discípulo es quien se desgasta en el servicio a Dios, y utiliza su tiempo, su dinero y sus talentos, aunque sean escasos. Aquellos que generan críticas y manifiestan solo descontento, hacen la obra del “acusador de los hermanos”. Siempre es preferible hacer y equivocarse, que quedar paralizado, miedoso y temeroso, o caer en la fría indiferencia.
Anímate a entrar en la arena, a manchar tu rostro con polvo, sudor y sangre; equivócate si es necesario, pero inténtalo una y otra vez para alcanzar la excelencia en el servicio. Sirve a Dios sin restricciones y que, al final del camino y mirando hacia atrás, puedas sentir que valió la pena haber vivido. MB
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Pablo Ale – Marcos Blanco
Lecturas devocionales para Jóvenes 2017