Devoción matutina para Jóvenes 2019 – Volando alto
He aquí que tú eres hermosa, amiga mía. Cantares 1:15.
Llegó el domingo y comenzó el programa. Todos los participantes cantaban bonito y tocaban sus instrumentos con destreza. Me estaba preguntando qué hacía yo ahí cuando el maestro de ceremonias anunció mi nombre.
Me presenté ante ese monstruo de cuatro mil ojos, y tomé el micrófono. Esto es lo que leí.
Amor en matemáticas
Te quiero a la enésima potencia
porque has multiplicado mi alegría
sumando a mi presencia tu presencia
al darme un porcentaje de este día.
Saqué raíz cuadrada a mi impaciencia
porque encontré el axioma que quería
y así, la triste resta de tu ausencia
cesó cuando tu tierna geometría
se vino a graficar en mis anhelos.
Y todos mis cuadrantes se inundaron
con este amor de trigonometría
con que medir quisiera yo los cielos
que a tu algebraico amor me motivaron
y a mis catorce versos de poesía.
El poema gustó. Los jóvenes me aplaudieron después de cada verso. Decidí compartir contigo este poema porque durante tus años juveniles no podrás escapar de las matemáticas, y porque desde que te enamores por primera vez, tampoco podrás escapar de la delicia y la agonía del amor.
Los números son el lenguaje con que leemos el universo… y el amor, el idioma de los corazones, benditos dones de Dios para ilustrarnos y ennoblecernos.
Devoción matutina para Jóvenes 2019 – Volando alto
Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas. Cantares 2:2.
En febrero de 1983, la Universidad de Montemorelos preparaba un programa literario-musical, por lo que invitaron a quien quisiera declamar o cantar a que se inscribiera y demostrara su talento ante el comité de actividades sociales. El tema era “El amor”.
Yo trabajaba en la oficina del hogar de varones, y ahí llegaban los jóvenes a hacer llamadas telefónicas. Mientras esperaban turno, comentaban acerca del programa. El entusiasmo es contagioso, y los jóvenes son arrojados, así que el susodicho programa comenzó a interesarme.
Yo no tenía talento musical, tampoco era declamador, pero tenía unos versos guardados en un papel arrugado. Le había escrito ese poema a una amiga risueña y alegre. Por medio de esos versos quise ablandar su voluntad, pues no quería conmigo más que amistad, pero el plan se frustró.
Los versos me parecían chistosos más que románticos, y pensé que a los jóvenes les gustaría escuchar algo fuera de lo común.
Cuando quise registrarme, ya era tarde, pero no me di por vencido. Acudí ante el presidente del club de varones y le leí los versos. Al principio él no pareció interesarse en el poema, pero me prometió interceder por mí ante el comité. Leí el poema delante de esos profesores que no parecían dispuestos a incluir a nadie más, y fue aceptado.
Había otra dificultad: yo era muy retraído. ¿Cómo iba a presentarme ante un público de más de dos mil jóvenes con un poema que ni siquiera me sabía de memoria? Pero ya me había comprometido, y no me atreví a pedir que me excluyeran.
Entonces tomé conciencia de que los desafíos deben ser enfrentados; así que me puse mis mejores ropas, y me consideré listo para enfrentar a un público ruidoso y exigente.
Nada estaba saliendo bien. El poema no convenció a la muchacha. ¿Haría yo el ridículo delante de toda la comunidad universitaria? Estaba preocupado, pero mi ángel estaba conmigo. Él me acompañaría cuando llamaran mi nombre.
Devoción matutina para Jóvenes 2019 – Volando alto
He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. Daniel 3:17, 18.
El pastor Joseph Ton fue arrestado por la policía de Rumania por predicar y publicar sermones en contra de la filosofía del gobierno. Cuando un oficial le exigió que dejara de predicar, él replicó:
—¡No, señor! No lo haré.
El oficial le preguntó:
—¿Acaso no sabes que tu vida está en mis manos y que puedo usar las más temibles torturas y aun puedo matarte?
El pastor Ton replicó:
—Señor, permítame explicarle: Su arma suprema es matar. Mi arma suprema es morir… Mis sermones se han esparcido por todo el país. Cuando usted me mate, esos sermones quedarán cubiertos con mi sangre. Ellos hablarán diez veces más fuerte después de mi muerte, porque todo el mundo dirá: ‘Ese predicador tenía razón, pues selló el mensaje con su propia sangre’. Máteme. Cuando usted lo haga, obtendré la victoria”. El oficial lo dejó libre.
Cierta vez, Ananías, Misael y Azarías, tres jóvenes judíos deportados a Babilonia, también fueron amenazados con la muerte, y fueron ejecutados, pero no murieron. El emperador Nabucodonosor había levantado una gran estatua de oro y ordenó que todos la adoraran. El que desobedeciera sería echado en un horno ardiente. Y “todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado” (Dan. 3:7).
Pero estos jóvenes no se postraron. El rey mandó llamarlos y les preguntó: “¿Estáis dispuestos a postraros y adorar la estatua que levanté? Porque si no la adoráis, en esa misma hora seréis echados en un horno de fuego ardiendo. ¿Y qué dios os librará de mis manos?” (vers. 15). Ellos respondieron: “Acerca de esto, no necesitamos responderte. Nuestro Dios a quien honramos, puede librarnos del horno de fuego. Y de tu mano, oh rey, nos librará. Y aunque no nos librara, sepas, oh rey, que no adoraremos a tu dios, ni la estatua que has levantado” (vers. 16-18). Entonces los echaron al fuego, pero no se quemaron; al contrario Jesús los acompañó en el horno. ¡Qué modelo de heroísmo ante las pruebas!
No tengas temor de los que se oponen a tu fe, porque se oponen a tu Dios, y quien se opone a tu Dios está vencido.
Devoción matutina para Jóvenes 2019 – Volando alto
Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo. Génesis 41:39, 40.
Martin Luther King hijo dijo una vez: “Si un hombre es llamado a ser barrendero, debería barrer las calles incluso como Miguel Ángel pintaba, o como Beethoven componía música o como Shakespeare escribía poesía. Debería barrer las calles tan bien que todos los ejércitos del cielo y la tierra puedan detenerse y decir: ‘aquí vivió un gran barrendero que hizo bien su trabajo”’.
José, el hijo de Jacob, también trabajaba así, procurando la excelencia. Cuando vivían cerca de Hebrón, al sur de Canaán, sus hermanos, mediocres, reprendidos cada día por su virtud, lo vendieron a unos traficantes de esclavos, y estos al egipcio Potifar.
Potifar observó que el joven hebreo cumplía su deber mejor que todos, lo amó como a un hijo y lo nombró su mayordomo. La mujer de Potifar también lo amó, pero con amor erótico. Él la rechazó y ella lo calumnió. José fue a dar a prisión. En la prisión, José tuvo la misma actitud. Pronto lo pusieron al frente del reclusorio.
Salió de ahí para gobernar un imperio que duró quince siglos. Y lo salvó del hambre. El faraón había soñado con siete vacas gordas que eran devoradas por siete vacas flacas. También había soñado con siete espigas gruesas devoradas por siete espigas vacías. Solo José pudo interpretarle los sueños. Dios le anunciaba que habría siete años de abundancia seguidos de siete años de escasez. José le sugirió que nombrara a un hombre sabio que administrara la abundancia y enfrentara la escasez, y el monarca lo nombró a él.
José administró bajo dos principios: la austeridad y la solidaridad. En los siete años de abundancia guardó todo lo que pudo. En los siete años de escasez compartió la riqueza. Salvó a Egipto y a los pueblos vecinos. Enriqueció al imperio y al faraón.
Si tu trabajo es limpiar un baño o barrer una cálle, esfuérzate al máximo. Dios puede estar entrenándote para gobernar un Estado o administrar una institución de su iglesia.
Devoción matutina para Jóvenes 2019 – Volando alto
¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques; porque he aquí que yo traigo mal sobre toda carne, ha dicho Jehová; pero a ti te daré tu vida por botín en todos los lugares adonde fueres. Jeremías 45:5.
Si te ofrecieran riqueza y poder a cambio de la vida eterna, ¿qué elegirías?
Hace mucho tiempo, un joven soñaba con grandezas en tiempos de guerra, y Dios le habló. Su nombre fue Baruc, y esta es su historia:
Baruc, cuyo nombre significa “bendito”, era el secretario de Jeremías, pero un día se cansó y se quejó.
Por el año 605 a.C., Baruc escribió las profecías de su señor, y estando Jeremías preso, las leyó al pueblo y ante algunos príncipes. Los cortesanos llevaron el libro al rey Joacim, a quien no le gustó el contenido: los caldeos arrasarían Jerusalén. Rasgó el rollo y lo echó al fuego. Baruc volvió a escribir los mensajes (Jer. 36), y siguió a Jeremías.
Tal como Jeremías, Baruc sufrió la calumnia, la violencia y el destierro (Jer. 43:1-6), hasta que un día exhaló su queja. La juventud se le escurría y no había logrado nada. Bueno, eso pensaba él, pero Baruc estaba escribiendo una crónica que lo inmortalizaría: una porción de la Palabra de Dios.
Baruc cifraba la felicidad en lo que le faltaba, no en lo que tenía. Repasaba sus carencias. Su linaje era distinguido, pero él se sentía un segundón; su familia era rica, y él seguía a un hombre sin casa, sin mujer ni amigos. El mismo Jeremías, por mandato de Dios, había comprado una parcela (Jer. 32:1-16), pero él solo era dueño de su cama. Se consideraba un perdedor, y así lo veían todos. La gente no perdona eso. Quiere ver grandeza, y Baruc la apeteció también. Dios le respondió con una reprensión y una promesa: La reprensión decía: “¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques; porque he aquí que yo traigo mal sobre toda carne” (Jer. 45:5). Si la reprensión fue oportuna, la promesa fue mejor. Dios le garantizó lo único importante: “Te daré tu vida por botín”.
Cuando cayó Jerusalén, aquellos que sacrificaron sus valores en aras de la grandeza mundanal lo perdieron todo; en cambio, el “pobre” Baruc entraba y salía de Jerusalén protegido por Dios.
Tal vez Baruc sea tu espejo. Tal vez le sirves a Dios y crees que no has logrado nada. Pero así como a Baruc, Dios te garantiza hoy dos bendiciones. Promete su compañía en esta vida: “Estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20); y la seguridad de la vida eterna: “Te daré la corona de la vida” (Apoc. 2:10).
Devoción matutina para Jóvenes 2019 – Volando alto
No me avergüenzo del evangelio. Romanos 1:16.
¿Qué harías tú si tuvieras que jugar un partido de fútbol en el que te juegas la vida? Así jugaban los aztecas y los mayas “el juego de pelota”, parecido al bádminton. “Ese tiempo y esas civilizaciones ya pasaron —dirás—. Hoy no tenemos que jugarnos la vida por un dios en un juego deportivo. Eso es fanatismo religioso”. Pero algo semejante ocurrió en el siglo XX, no por fanatismo religioso sino por fanatismo político.
Sucedió en Ucrania. Era 1941, los nazis habían invadido el país y suspendido la liga de fútbol, y varios jugadores lo perdieron todo. Un día Kordyc, un panadero alemán, vio a Mykola Trusevych, portero del Dínamo, pidiendo limosna y le ofreció trabajo, pues Kordyc era un ferviente seguidor del equipo.
Kordyc y Trusevych encontraron a ocho exjugadores del Dínamo y a tres del Lokomotiv, y Kordyc les dio trabajo. Pronto armaron un equipo, el FC Start.
Entre tanto, los nazis organizaron una liga con equipos de soldados o empleados de países pro nazi. El FC Start se inscribió y les ganó a todos. Por último, se enfrentaron al Flakelf, equipo de la fuerza aérea, y según los nazis, el ejemplo de la supremacía aria, y le ganaron.
Al fin los nazis descubrieron que los panaderos eran los mejores futbolistas de Ucrania, y hablaron de ejecutarlos, pero antes debían ganarles. Fuentes anónimas advirtieron a los jugadores del FC Start de que si no perdían habría consecuencias. Cuando comenzó el juego, un jugador alemán golpeó y dejó inconsciente al portero. Cuando el partido estaba por concluir, el FC Start ya ganaba 5-3. Entonces Alexei Klimenko tomó la pelota desde su campo, regateó a todos los rivales, aun al portero, luego se detuvo y lanzó la pelota al centro del campo. El partido terminó. Los nazis habían sido humillados.
Varios futbolistas del FC Start fueron arrestados y acusados de formar parte del servicio de asuntos internos de la Unión Soviética. Un futbolista murió mientras era torturado, los demás fueron enviados a campos de concentración. Solo tres sobrevivieron.
El FC Start pudo elegir la derrota y salvar la vida, pero eligió el honor. Tú también juegas en un equipo amenazado de muerte. Tu adversario “anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Ped. 5:8). Tú lo has desafiado, y como tu Capitán Jesucristo estás dispuesto a morir antes que perder. Has elegido el honor.