¡No abandones el barco!
“Miren los barcos que pasan navegando, y al Leviatán, al cual hiciste para que juegue en el mar. Todos dependen de ti” (Salmo 104:26,21, NTV).
Ese 1° de junio de 1812, James Lawrence zarpaba del puerto de Boston en su primera navegación como capitán del Chesapeake, de la flota naval estadounidense. De inmediato, entró en cruenta batalla contra la fragata de la Flota Real Shannon. Aunque este navio era un poco más chico, rápidamente redujo al Chesapeake con su poder de fuego. Lawrence, mortalmente herido, ordenó a sus oficiales: “¡No abandonen el barco!” Esa frase ha permanecido en la historia. Elena de White tuvo un sueño que comparaba a la Iglesia Adventista con un barco: “Poco después de que envié los testimonios acerca de los esfuerzos del enemigo para socavar el fundamento de nuestra fe mediante la diseminación de teorías engañosas, leí un incidente acerca de un barco que hizo frente a un iceberg en una neblina. […] Una noche fue presentada claramente una escena delante de mí. Navegaba un barco en medio de una densa neblina. De pronto, el vigía exclamó: ‘¡Iceberg a la vista!’ Allí, como una elevada torre por encima del barco, estaba un gigantesco iceberg. Una voz autorizada exclamó: ‘¡Hazle frente!’ No hubo un momento de vacilación. Se demandaba acción instantánea. El maquinista dio marcha a todo vapor y el timonel dirigió el barco directamente contra el iceberg. Con un crujido, golpeó el témpano. Hubo una terrible sacudida, y el iceberg se rompió en muchos pedazos, que cayeron sobre la cubierta con un estruendo semejante al trueno. Los pasajeros fueron violentamente sacudidos por la fuerza de la colisión, pero no se perdieron vidas. El navio se dañó, pero no sin remedio. Rebotó por el contacto, temblando de proa a popa como una criatura viviente. Entonces, siguió adelante en su camino.
“Bien sabía yo el significado de esta visión. Había recibido mis órdenes. Había oído las palabras, como una voz de nuestro Capitán: ‘¡Hazle frente!’ Sabía cuál era mi deber y que no había un momento que perder. Había llegado el tiempo de una acción decidida. Sin demora, debía obedecer la orden: ‘¡Hazle frente!’ […].
“He estado esperando que hubiera una reforma cabal y que se mantuvieran los principios por los cuales luchamos en los primeros días, y que fueron presentados con el poder del Espíritu Santo” (Mensajes selectos, 1.1, p. 240).
Muchas veces, pareciera que la iglesia naufragará, que el enemigo logrará hundirla, que va sin remedio hacia la perdición. Pero, Dios cuida de su iglesia y está al timón; la hará llegar al Puerto de Paz. Así como guió el arca de Noé hacia la seguridad, también conducirá a su pueblo en los últimos días. Así que, “¡no abandones el barco!” MB
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Pablo Ale – Marcos Blanco
Lecturas devocionales para Jóvenes 2017